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((**Es11.245**) quizá con la música. Había un día varios convidados, y don Bosco se dio cuenta de que el mantel estaba sucio. Un poco enfadado, reprendió por ello a Dogliani. Era una falta de respeto a los convidados. Dogliani se sintió afligido. Por la noche escribió a don Bosco una carta, diciéndole, entre otras cosas, que era la primera vez que había visto a don Bosco algo airado. Don Bosco se humilló leyendo la carta al Capítulo, y después, para consolar al buen coadjutor, se hizo el encontradizo con él, le detuvo, agarró su mano y le dijo, repitiendo la famosa frase: ->>No sabes que don Bosco es un hombre como los demás? ((**It11.285**)) Así acostumbraba don Bosco comportarse en toda ocasión con sus coadjutores. En este modo de tratarlos radica su gran secreto para formar en una vida religiosa sólida a hombres, cuyo exterior y cuyas ocupaciones no se diferenciaban de los seglares de su misma condición y edad. Don José Vespignani, que no los había visto nunca, quedó muy impresionado en 1875 en Alassio, al contemplar su sincera piedad en la iglesia, donde asistían a las prácticas devotas de la comunidad y cantaban los divinos oficios con los colegiales. El director, don Francisco Cerruti, le dijo: -Ya lo ve, esto coadjutores nos dejan confundidos a veces con su virtuosa vida, al extremo de que nosotros los sacerdotes nos avergonzamos ante los edificantes ejemplos que nos dan 1. Con la confianza que don Bosco les demostraba, lograba moldearlos poco a poco y tenerlos dispuestos a todo. Pero es necesario saberse ganar la confianza. El año 1877 pidió y obtuvo marchar a América el coadjutor Bernardo Musso, que fue allí maestro de zapatería durante cincuenta años. Pues bien, él guardaba, como preciosa reliquia, una cartita de don Bosco que vale un Perú. Se la había escrito el Siervo de Dios el año 1874 desde Roma, cuando él era un simple aprendiz. Se ve que en aquel muchacho había descubierto don Bosco el buen paño de un coadjutor. Mi querido Bernardo Musso: Necesito ahora mucho ser ayudado con tus oraciones y las de tus compañeros. Búscame entre tus amigos quiénes son los que desean ayudarme y acompáñalos cada día al altar de Jesús Sacramentado para encomendarle mis necesidades. Cuando vuelva a Turín, ya me presentarás a los que te hayan acompañado en estas visitas y yo les daré a todos un bonito recuerdo. Tu afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 1 VESPIGNANI, lugar citado, pág. 225. (**Es11.245**))
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