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habían sido mayores, pero disminuyó el número con
la mayor regularidad.
Apenas si faltaban dos meses para acabar el año
de noviciado, cuando el 8 de septiembre voló al
cielo un novicio angelical, que se llamaba
Defendente Barberis. Se lo había recomendado a don
Bosco el párroco de Cassinelle, de la diócesis de
Acqui, con estas palabras: <>. En el Oratorio fue
aplicado y piadoso, deseaba ardorosamente ser
sacerdote para dedicarse enseguida a la salvación
de las almas. Siendo aspirante, le encargaron de
la portería en el oratorio externo. Cualquier
ocupación que le encomendaban la cumplía con celo
y prudencia. Siendo ya novicio, enseñaba el
catecismo con admirable eficacia a los niños del
oratorio festivo y comulgaba casi a diario, con
tal fervor que edificaba a sus compañeros. Era
puntual en la obediencia, exacto en el
cumplimiento de sus deberes, mortificado y parco
en la comida y la bebida, escuchaba con avidez la
narración de la vida primitiva del Oratorio y las
fatigas que don Bosco había soportado para
fundarlo. Le atraía el pensamiento de un porvenir
laborioso en favor del prójimo en la Congregación
Salesiana. Mas, por desgracia, sus días estaban
contados. Se le prodigó toda suerte de cuidados.
Era admirable su paciencia y sentía ocasionar
molestias al Oratorio. Aconsejóle el médico que
fuera a respirar el aire de su tierra natal y fue
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de sus padres, que también deseaban tenerlo cerca.
Pasó a la eternidad edificando a todos con su
resignación a la voluntad de Dios. Tenía veinte
años de edad. El recuerdo de su ejemplo
enfervorizó para el bien a sus compañeros de
noviciado.
3. Los profesos
Los profesos eran coadjutores, clérigos
estudiantes de filosofía y teología, y sacerdotes.
En el Oratorio había veintitrés coadjutores
profesos, al principio del curso, y llegaron a ser
veintisiete después de las vacaciones. Nos
gustaría saber cómo se las pasaban con don Bosco,
pero el año 1875 presenta escasas noticias sobre
este punto.
Haremos, pues, como en tiempo de escasez: nos
agarraremos a las parcas informaciones que nos han
llegado, procurando sacarles el mayor jugo.
Hace cincuenta y cinco años que el maestro
Dogliani acababa de hacer su profesión trienal.
Don Bosco, que al tratar con los suyos, no
distinguía entre clérigos y coadjutores, se lo
llevó un día como compañero hasta Caselle.
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