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esperanzas. Estos se lo piensan antes de dar un
paso; pero, una vez que lo dan, ya no retroceden.
Toman una resolución después de pensarlo mucho, y
una vez tomada, nadie es capaz de cambiarlos: y es
seguro que continuamente se les verá progresar por
el camino de la virtud. Téngase, pues, muy en
cuenta al joven que es constante en el bien,
aunque no parezca muy lleno de ardoroso fervor.
Don Julio Barberis le hizo notar que había
algunos novicios que ahora marchaban bien,
mientras que en años anteriores, no daban muestras
de fervor, como simples ((**It11.280**))
alumnos, por lo que se les habían puesto muchas
dificultades para ingresar en el noviciado. Don
Bosco le respondió:
-Hay que tener en cuenta una cosa sobre ellos.
Generalmente son pobres del todo, de suerte que,
fuera de la Congregación, no tendrían ni siquiera
lo necesario. Aquí no les falta nada, y para ellos
nuestra mesa es muy buena. Además, el no encontrar
aquí ninguna contrariedad, el verse bien tratados
y no contar fuera de aquí con un sitio donde meter
la cabeza, hace que se queden muy contentos en
nuestra Congregación. Poco a poco se van
fortaleciendo en la virtud y abrazan por último
nuestra vida, con verdadero espíritu religioso.
También es bueno que nos sirvamos de este medio.
íCuántos hay ahora que trabajan muy bien en casa y
en un principio sólo entraron porque no hubieran
sabido adónde ir para vivir honradamente! Es muy
importante que estos tales sean bien tratados,
esto es, que no les falte nada de lo necesario,
porque en esta su edad de inconstancia basta verse
contrariados en algo para tomar la resolución de
marcharse. Les pesará después de haber dado aquel
paso; pero ya estarán fuera y todo se habrá
acabado. Si tuvieran más edad, diría:
-Si por una nonada se van, váyanse en buena
hora; no son individuos que, a la larga, puedan
acarrear utilidad a la Congregación. Pero
tratándose de jovencitos, no se puede decir otro
tanto. Hay jóvenes bonísimos que, engañados por
una pasioncilla, por los padres, amigos, intereses
o su imaginación exaltada toman deliberaciones
prematuras. Si éstos se quedan en la Congregación,
después de algún tiempo y desaparecidos esos
caprichos, harán muchísimo bien a sí mismos y a
los demás.
Refirióle don Julio Barberis que el prefecto
había escrito a los padres de algunos novicios
pidiéndoles que pagaran los atrasos, no de la
pensión, porque eran gratuitos, sino de los gastos
personales, amenazándoles con que, si no los
pagaban, mandaría a su casa al clérigo.
Que había venido algún pariente sacerdote,
protestando que no quería pagar nada, si el
clérigo permanecía en la Congregación y que quería
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