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también Ivrea era un hueso duro, y precisamente
buen número de aspirantes pertenecía a esas dos
diócesis. Hacía pensar en la conveniencia de
atenerse a la ley el terror de que, en eventuales
contingencias, la Sagrada Congregación de Obispos
y Regulares no habría hecho caso alguno de alegar
facultades concedidas oralmente por el Papa. >>No
sería mejor solicitar por lo menos un rescripto de
la Santa Sede y, mientras tanto, dirigirse a los
obispos pidiendo las testimoniales, cada vez que
se presentara un sujeto ((**It11.270**)) que no
hubiere sido educado en las Casas salesianas? Don
Bosco optó por el quieta non movere (no turbar la
paz): él iría muy pronto a Roma y allí lo
arreglaría todo; y, mientras tanto, se continuara
aprovechando el privilegio de la exención, como
hasta entonces.
Por el contrario, no admitía dilación la
disposición de designar los examinadores generales
y provinciales, que dicho decreto pedía para la
admisión al noviciado. También en esto se hizo
como se pudo. Pío IX, que estaba enterado de las
dificultades con que se enfrentaba la Congregación
en aquellos inicios, >>no había dado carta blanca
a don Bosco para ciertas cosas? Se dispuso, pues,
así: los miembros del Capítulo Superior actuarían
como examinadores generales y los Capítulos
locales de cada casa actuarían como examinadores
provinciales. En el Oratorio, en cambio, serían
examinadores provinciales solamente los miembros
del Capítulo local que no pertenecieran al
Capítulo Superior, esto es, siete de los diez.
Estas funciones se ejercieron por vez primera en
Lanzo, durante los ejercicios espirituales, que
allí se hicieron del 9 al 16 de septiembre, cuando
fueron convocados por don Bosco todos los
componentes de los distintos Capítulos de las
casas para proceder al examen de las solicitudes
de los postulantes, que aspiraban al noviciado o a
la profesión. Fueron admitidos dieciocho a los
votos perpetuos; <>.
En el mes de noviembre recibieron la sotana
cuarenta y ocho novicios, cifra no alcanzada nunca
anteriormente. Don Bosco esperaba que aún serían
más al año siguiente, puesto que muchos alumnos
del cuarto y del quinto curso ya lo habían pedido
o demostraban vivos deseos. Pero lo que más
consolaba a don Bosco era el ver cómo los clérigos
se iban consolidando en el espíritu. En años
pasados hubo necesidad de hacer dejar la sotana a
algunos; otros, después de permanecer algún tiempo
en el Oratorio por conveniencia, terminaban por
marcharse al Seminario. Pero le parecía que, entre
los últimamente admitidos ((**It11.271**)) no
había ninguno o casi ninguno con semejantes
intenciones.
(**Es11.233**))
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