((**Es11.227**)
emocionado hasta ((**It11.262**)) las
lágrimas: -<>.
Por segunda vez sirvió el sueño de tema para
las <>. Y fue el 4 de junio. He
aquí el diálogo que se entabló entre don Julio
Barberis y don Bosco en presencia de los jóvenes
del Oratorio:
-Si me permite, don Bosco, esta noche desearía
hacerle algunas preguntas. En las noches pasadas,
como había entre nosotros algunos forasteros, no
me atreví a hacerlo. Desearía nos diese alguna
explicación sobre el último sueño.
-Habla, habla, contestó don Bosco. Cierto que
ya ha pasado mucho tiempo desde que hice la
narración del mismo, pero no importa.
-Hacia el final del sueño, continuó don Julio
Barberis, dijo que algunos volaron a colocarse
bajo el manto de María, que muchos corrían y otros
iban despacio, que algunos caminaban sobre el
barro y quedaban atollados y que, por tanto, no
llegaban a colocarse bajo su amparo. Nos dijo que
los que volaban eran los inocentes; es fácil de
comprender quiénes eran los que iban de prisa,
pero >>quiénes eran los que quedaron empantanados?
-Estos últimos, replicó don Bosco, que por lo
general no llegaban a colocarse bajo el manto de
María, son aquellos que están apegados a los
bienes de la tierra. El egoísmo no les deja pensar
más que en sí mismos; ellos mismos se llenan de
fango y no son capaces de hacer un esfuerzo para
conseguir las cosas del cielo. Ven que la Virgen
María les llama, querrían ir, dan algunos pasos,
pero el fango les atrae. Y así sucede una y otra
vez. Lo dice El Señor: Donde está tu tesoro, allí
está tu corazón.
Los que no se elevan a los tesoros de la gracia,
ponen su corazón en las cosas de la tierra y no
piensan más que en los goces terrenales, en
enriquecerse, en prosperar en los negocios y
adquirir fama. Y para el Paraíso, nada.
-Hay otra cosa, prosiguió don Julio Barberis,
que usted, don Bosco, no ha contado al narrarnos
el sueño, pero que la ha dicho a alguno en
particular y desearía diese de ella una
explicación, y es lo siguiente:
Alguno le preguntó sobre su estado, a saber, si
corría o si iba despacio, si se había puesto bajo
el manto de la Virgen, si tenía el arma rota o
carcomida. Y usted contestó que no lo pudo ver
bien porque se interponía una nube entre usted y
el joven.
-Tú eres teólogo y lo debes saber, contestó don
Bosco. Mira. Había varios jóvenes, por cierto no
muy numerosos, a los cuales no pude ver bien. Yo
observaba, los reconocía, pero no podía ver nada
más. Y los tales, queridos míos, son aquellos que
permanecen cerrados para con los superiores, los
que no les abren su corazón, los que no son
sinceros. Si ven un superior por una parte, en vez
de hacerse encontradizos con él, evitan el
encuentro. Algunos de éstos vinieron a preguntarme
el estado ((**It11.263**)) en que
los vi, pero >>qué queréis que les respondiese?
Podía decirles: Tú no tienes confianza con los
superiores, tú no les abres el corazón. Por eso no
olvidéis lo que os voy a decir: una de las cosas
que mayor bien os puede hacer es ésta: manifestaos
a vuestros superiores, tened mucha confianza con
ellos, sed abiertamente sinceros.
-Aún desearía preguntarle una cosa, prosiguió
don Julio Barberis, pero me temo que me tache de
demasiado curioso.
->>Quién no sabe que eres curioso?, contestóle
don Bosco. (Risas generales). Pero afortunadamente
tu curiosidad es buena. Cuando un jovencito
pregunta siempre esto o aquello a quien lo puede
saber, para instruirse, hace bien. En cambio hay
algunos
(**Es11.227**))
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