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((**Es11.225**) ->>Qué significan esas dos puntas?, pregunté. -Toca la trompeta, me respondieron. Soplé y salió esta voz de la trompeta: Confesión y Comunión bien hechas. Soplé de nuevo y se oyó lo siguiente: Mango roto: Confesiones y Comuniones mal hechas. Mango carcomido: Confesiones defectuosas. Terminado este primer asalto, di con el caballo una vuelta por el campo de batalla y vi muchos heridos y muchos muertos. Observé que algunos yacían por el suelo estrangulados, con el cuello horriblemente inflamado y deforme; otros con el rostro desfigurado de una manera horrible, y otros muertos de hambre, a pesar de que tenían junto a sí un plato de riquísimos confites. Los estrangulados son los que habiendo tenido la desgracia de haber ((**It11.260**)) cometido algún pecado de pequeños, no se confesaron nunca de él; los de la cara deforme, eran los golosos; los muertos de hambre, los que se confiesan, pero después no ponen en práctica los avisos y amonestaciones del confesor. Junto a cada uno de los que tenían el mango carcomido, había una palabra escrita. Uno tenía escrito: Soberbia; otro, Pereza; otro, Inmodestia, etc. Hay que hacer notar que los jóvenes, al caminar, pisaban sobre una alfombra de rosas y se sentían contentos de tal circunstancia; pero apenas habían avanzado unos pasos, después de lanzar un grito, caían muertos o quedaban heridos, pues bajo las rosas había abundantes espinas. Otros, en cambio, pisando aquellas rosas valerosamente, caminaban sobre ellas y se animaban recíprocamente saliendo victoriosos. Pero de nuevo se oscureció el cielo y en un momento aparecieron más animales y monstruos que la primera vez, todo lo cual sucedió en menos de tres o cuatro segundos, y hasta mi caballo se vio asediado por aquellas alimañas. Los monstruos siguieron creciendo sin medida, de forma que también yo comencé a sentir miedo, y me parecía que sus zarpas arañaban mi cuerpo. Suerte la mía que en aquel momento también me proporcionaron a mí una horca; entonces comencé a combatir y los monstruos se dieron a la fuga. Todos desaparecieron, vencidos en la primera acometida, porque se daban a la fuga. Entonces soplé la trompeta y resonó por todo el valle esta voz: -íVictoria, victoria! -Pero >>cómo, dije yo hemos conseguido la victoria? íY a pesar de ello hay tantos muertos y tantos heridos! Entonces toqué nuevamente la trompeta y se oyó esta voz: Tregua a los vencidos. Después el cielo se serenó y apareció un arco iris tan bello, de tantos colores, que es imposible describirlo. Era de tal magnitud, como si se apoyara en Superga y, describiendo una curva, llegase a caer sobre el Moncenisio. He de hacer notar que los vencedores tenían sobre sus cabezas coronas tan brillantes, de tantos y tales colores, que causaba maravilla contemplarlas; además, sus rostros resplandecían con una belleza incomparable. Hacia el fondo, en una zona del valle y en medio del arco iris, se veía una especie de tribuna ocupada por gente llena de júbilo y de una hermosura imposible de imaginar. Una nobilísima Señora regiamente vestida se acercó a la orilla de aquel balcón diciendo: -Hijos míos, venid, cobijaos bajo mi manto. Y al mismo tiempo extendió un anchísimo manto y todos los jóvenes corrieron a colocarse bajo él; noté que algunos en vez de correr volaban y llevaban escrito en su frente: Inocencia; otros caminaban a pie y otros se arrastraban; también yo comencé a correr y en el instante que duró mi carrera, dije para mí: (**Es11.225**))
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