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Los jóvenes estaban impacientes y contribuyó a
aumentar la expectación el haber tenido que
prorrogar el relato del sueño hasta el día 4, por
no estar el siervo de Dios en condiciones de
hacerlo. Finalmente en la noche de dicha fecha,
don Bosco pudo satisfacer los deseos generales.
Después de las oraciones, y desde la cátedra de
siempre, se expresó así:
Aquí me tenéis dispuesto a cumplir mi palabra.
Sabéis que los sueños se nen durmiendo.
Acercándose, pues, el tiempo de los ejercicios
espirituales, pensaba en la forma que debía
emplear para que mis jóvenes los hiciesen bien, y
qué había de aconsejarles para que sacasen el
fruto consiguiente. Y así me fui a descansar con
este pensamiento la noche del domingo 25 de abril,
víspera de los ejercicios. Apenas me acosté
comencé a soñar...
Me pareció encontrarme completamente solo en un
valle extensísimo: por una y otra parte se veían
altas colinas. Al fondo del valle, por una parte,
el terreno se elevaba y resplandecía una luz
vivísima y en la otra parte el horizonte se
presentaba algo oscuro.
Mientras contemplaba esta llanura, vi venir
hacia mí a Buzzetti con Gastini, los cuales me
dijeron:
-Don Bosco, monte a caballo, ípronto!
((**It11.258**)) Yo les
contesté:
->>Os queréis burlar de mí? Sabéis que hace
mucho tiempo que no monto a caballo.
Los dos jóvenes insistían; pero yo me resistía
diciendo:
-No quiero montar a caballo; una vez lo hice y
me caí.
Buzzetti y Gastini continuaban presionando cada
vez con más tesón y repetían:
-Pronto, a caballo, que no tenemos tiempo que
perder.
-Pero, en resumidas cuentas, cuando monte a
caballo, >>a dónde queréis conducirme?
-Ya lo verá, dése prisa y monte.
-Pero >>dónde está el caballo? Yo no veo aquí
ninguno.
-íAllí está!, exclamó Gastini, señalando hacia
una parte del valle.
Miré hacia el lugar indicado y, en efecto, vi
un brioso y hermosísimo caballo. Tenía las patas
gruesas y largas, la crin espesa y el pelo
brillantísimo.
-Y bien, continué, puesto que queréis que monte
a caballo, lo haré; pero si me caigo...
-Esté tranquilo, me respondieron; estamos
nosotros aquí para ayudarle en cualquier
circunstancia.
-Si me rompo el cuello, dije a Buzzetti, tú
tendrás que ponérmelo en su sitio.
Buzzetti se echó a reír.
-No es hora de reír, barbotó Gastini.
Nos acercamos al animal. Monté a la grupa con
mucho trabajo, ayudado por ellos, y al fin heme
caballero en mi caballo. íQué alto me pareció
entonces aquel animal! Creía estar sobre un
elevado pedestal, desde el cual divisaba todo el
valle hasta sus más lejanos confines.
Cuando he aquí que mi caballo se puso en
movimiento despertando en mí nueva
(**Es11.223**))
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