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>>No resulta de todo esto, que lo que redunda a
mayor gloria de Dios, exige una renuncia
semejante? Luego no es don Bosco, sino Dios quien
lo dice.
Por lo demás no perdáis de vista los
sacrificios, que Dios sabe premiar con largueza y
que se hacen para obedecer su santa voluntad.
En fin de cuentas, y para nuestro caso, considerad
que el que abraza el estado religioso parece que
no se preocupe para nada de sus padres; pero, sin
embargo, siempre podrá dar un buen consejo, que
vale más que todo el oro; puede rezar por ellos
con más comodidad y la oración atrae toda clase de
bienes, aun temporales. Cuántas veces les llegan a
los padres fortunas, cuyo origen se ignora, y son
las oraciones de los hijos las que las consiguen.
íCuántos negocios prósperos, pleitos ganados y
discordias apaciguadas gracias a las oraciones que
trajeron tanto bien! Y todo esto >>no son ayudas
que se pueden dar a los padres, ayudas más
eficaces que el poco dinero que se les pudiera
suministrar? Además, creedlo: el Señor que premia
un vaso de agua dado en su nombre, >>no va a
premiar el sacrificio que ellos hacen y que tanto
cuesta a su corazón? (La charla queda rota así en
el original).
Hasta después de la fiesta de María
Auxiliadora, no tenemos más charlas. Aquel día se
distribuyeron muchísimas comuniones a los fieles.
Fue extraordinario también el número de fieles que
pedía a don bosco la bendición de María
Auxiliadora. A la hora de la misa solemne, fue tal
la aglomeración de gente, que don Bosco despidió a
la multitud con una bendición general.
Cuando subió a sus habitaciones, se encontró en
la antecámara con un grupo de respetables señoras,
llegadas expresamente desde Milán para asistir a
la fiesta. Con toda sencillez sacó de la
faltriquera ante ellas, más de cincuenta limosnas
en billetes ((**It11.244**)) de
banco o joyas de valor, que le habían entregado
aquella mañana por gracias obtenidas.
Contó, además, un hecho que tenía algo de
extraordinario. Cuatro días antes estaba
muriéndose el conde Vialardi; fue a visitarlo y se
dio cuenta de que era el caso de administrarle el
viático. Entonces lo exhortó a confiar en María
Auxiliadora, asegurándole que todavía seguiría con
vida; y que acudiera a recibir la santa comunión
en la iglesia de María Auxiliadora. Ninguno de la
familia quiso dar crédito a la posibilidad del
hecho. Pero aquella mañana el conde se presentó y
recibió la sagrada comunión. Don Bosco mostraba la
limosna que le había entregado en honor de María
Auxiliadora.
En el presbiterio del altar lucía una gran
alfombra, confeccionada y regalada por unas damas
de la nobleza de Florencia, que habían tejido en
la parte superior de la orla esta inscripción:
Mariae Auxiliatrici in suam suorumque tutelam
Matronae Florentinae anno MDCCCLXXV. Redunda en
honor de las donantes la carta, rebosando
agradecimiento, que don Bosco les escribió como
testimonio. No
(**Es11.211**))
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