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11 de mayo. De nuevo sobre el desinterés en la
vocación eclesiástica. Se resuelven tres
objeciones.
Don Julio Barberis (después de haber dicho don
Bosco algunas palabras de introducción). -Yo
pediría la palabra.
Don Bosco. -Oigamos qué quieres decir.
Barberis. -Todo esfuerzo debe tener su
recompensa; por tanto, es justo que el sacerdote
que trabaja obtenga su ganancia.
Don Bosco.-Es verdad lo que dices, y opino que
el que trabaja en el ministerio, no ha de quedarse
ayunando todo el día. El que trabaja también debe
comer y tener lo necesario para vivir. San Pablo
lo dice expresamente: Qui altari servit, ((**It11.240**)) de,
altari vivat (el que sirve al altar, debe vivir
del altar). Mas, aparte del sustento, las
ganancias del sacerdote han de ser las almas y
nada más. Siempre se ha visto que, el que se afana
por los intereses materiales, difícilmente
convierte muchas almas o piensa en las almas que
le han sido confiadas. Por el contrario, mostradme
un sacerdote totalmente desinteresado, que no
piense en amontonar dineros o en atender a sus
familiares y veréis cuánto bien hace y cuántas
conversiones logra. Por eso san Pablo, y notadlo
bien, no quiere que el sacerdote se meta en
negocios temporales, non implicat se negotiis
saecularibus. Y tampoco debe dedicarse a compras y
ventas ni a acumular capitales en los bancos; nada
de eso.
Barberis. -Permítame, don Bosco, que diga una
palabra más. Es cierto que el sacerdote debe
pensar principalmente en la salvación de las
almas. Sin embargo, los mandamientos de la Ley de
Dios ordenan: Honra a tu padre, y a tu madre. La
palabra honrar significa también socorrer. Por
consiguiente, si todos deben ir a porfía para
socorrer a sus padres, con mayor razón los
sacerdotes.
Don Bosco.-Estoy de acuerdo con que se honre y,
por tanto, se socorra al padre y a la madre,
cuando lo necesitan. Pero, si tú tienes esta
finalidad al hacerte sacerdote, deja la carrera
eclesiástica y date a cualquier arte u oficio;
dedícate al comercio o a la industria que más te
cuadre; pero, no te hagas sacerdote. Desde el
momento en que te haces sacerdote, tus parientes
son todos los que tienen una alma que salvar y tú
debes pensar en ellos y no en otra cosa. El Divino
Salvador nos quiso dar este ejemplo de manera
verdaderamente espléndida. Estaba dedicado a hacer
el bien a las gentes. Llegó uno y le dijo:
-Tu madre está ahí afuera y te busca.
Y El respondió:
->>Quién es mi madre? íEn verdad te digo que
todos los que oyen la palabra de Dios y la ponen
en práctica, son mi padre, mi madre y mis
hermanos!
Y el buen Jesús llegó aún más lejos, pues dijo:
-El que no odia a su padre, a su madre, a sus
hermanos y a sus hermanas, no puede ser mi
discípulo.
De modo que tenlo bien presente; la santidad
del estado eclesiástico comporta el absoluto
distanciamiento de las cosas del mundo. Los
teólogos, a su vez, están todos de acuerdo en
afirmar: Bona clericorum sunt patrimonia
pautperum; los bienes de los clérigos, y aquí la
palabra clérigo quiere decir sacerdote, son el
patrimonio de los pobres.
Barberis.-Me parece que no hay más que añadir.
Yo opinaba igual que usted;he dicho eso porque
deseaba tener una respuesta precisa y categórica
para responder a los que me preguntasen. Permítame
que le haga todavía una observación, que hoy mismo
me han presentado. Hay personas muy respetables,
de muchos estudios, y
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