((**Es11.205**) Y a
los que son buenos no me queda más que animarlos
cada vez más a perseverar y caminar a grandes
pasos hacia la perfección. Nada les faltará a unos
y otros para que puedan conseguir su intento.
Tenemos dos predicadores de la casa, los cuales
crecieron también aquí entre nosotros, conocen el
Oratorio y las necesidades de los jóvenes a los
que van a tratar y predicar. Dos predicadores que
os aprecian mucho y no buscan más que vuestro
bien. En este aspecto, por tanto, no nos queda
nada que desear. A vosotros sólo se os pide que
saquéis de sus pláticas el fruto que ellos, en
unión de todos vuestros superiores, desean daros
abundantemente. Redoblad vuestra buena voluntad y
el Señor no dejará de premiarla con todas sus
bendiciones. Buenas noches.
Lo mismo que don José Cafasso era confesor
ordinario en la Residencia Sacerdotal, también lo
era don Bosco en el Oratorio. Y, al igual que don
Bosco en el Oratorio, así también los directores
en sus respectivos colegios. Tal estado de cosas
duró hasta 1900.
Ahora bien: una de las noches de aquellos
ejercicios espirituales, como don Santiago
Costamagna le hablara sobre el particular, don
Bosco, manifestó así su pensamiento sobre la mayor
o menor oportunidad de que un director confesase a
los alumnos, aun durante los ejercicios
espirituales:
<>.
Los muchachos se confesaban tan a gusto con don
Bosco, ((**It11.237**)) que la
última tarde de los ejercicios se levantó muy
tarde del confesonario y, tan cansado, que ya no
podía más. Tal era su cansancio que, contra su
costumbre, rogó a los que aún quedaban que
volvieran a la mañana siguiente.
Durante la cena contó a los comensales la
graciosa historia de una robi_la (quesito dulce y
tierno de Lombardía), que presentaron en la mesa.
(**Es11.205**))
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