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6. Las <>
Las <> de don Bosco nos iluminan
la vida del Oratorio, así como lo hicieron cuando
las iba pronunciando. A través de las poquísimas
que han llegado hasta nosotros, por escrito,
descubrimos hoy algunos aspectos de la vida
cotidiana de entonces, que ninguna crónica hubiera
logrado comunicar; y con respecto a las fiestas de
casa nos enseñan un conjunto de detalles, que no
sabríamos en qué otro sitio tratar de ellas en
nuestra historia. Las referiremos
cronológicamente, ilustrando su contenido con
breves observaciones, cuando sea el caso.
18 de abril. Patrocinio de San José; modo de
honrar a los santos
Hoy, queridos míos, hemos celebrado el
Patrocinio de San José y lo digo con verdadera
satisfacción: íestoy contento! Contento de todos
vosotros y contento, sobre todo, porque veo que
muchísimos de vosotros ponéis gran diligencia en
el cumplimiento de los deberes; en la iglesia y
fuera de ella, en el comedor, el dormitorio, el
estudio y la clase. A todos os presento mi
satisfacción, porque todo esto me produce una
verdadera alegría.
Mas, por otra parte, tras mis palabras de
alabanza a los buenos, también es verdad que tengo
otras de reproche para los que no son malos, pero,
como suele decirse, no son fríos ni calientes (los
cuales, así lo espero, con la proximidad del
verano aumentarán su fervor); todos éstos son los
que saben que es bueno ir a la iglesia, rezar,
cumplir bien los propios deberes; lo saben y lo
dicen, mas para ellos una cosa es saber y otra
hacer, porque les parece que se encuentran frente
a un enorme obstáculo que les impide actuar; y
éste es precisamente el motivo de su indiferencia.
A este propósito me ocurrió el otro día un
episodio de risa. Uno de éstos, vino en compañía
de otros a la sacristía con ánimo de confesarse.
Pero ícosa extraña! Había ido para confesarse y
((**It11.233**)) a cada
momento se retiraba un poco para ir dando paso a
los que verdaderamente habían ido a abrir su
corazón y limpiarlo de pecados. Llególe por fin su
turno y, como ya quedaban pocos para confesarse,
tenía que adelantarse. Vosotros pensaréis que
finalmente se acercó y se confesó. Es una broma
vuestra: mi penitente invitó al compañero de al
lado a que pasara delante. El amigo le respondió:
-Vete tú.
-Vete tú, dijo el otro por lo bajo.
-No, vete tú, repitió el amigo.
-Toma tú la vez, replicó aquél
precipitadamente.
Y así diciendo se retiraba para dar paso a los
otros. Un momento después se oyó el ruido del
cesto del pan al dejarlo en tierra y, ípies para
qué os quiero! se escapó fuera como un gamo.
íYa veis qué voluntad tenía de confesarse! Todo
esto, sea dicho como entre paréntesis, lo
considero una chiquillada; pero quería deciros con
ello, volviendo al hilo de m i charla, que éstos
saben que está bien el ser buenos, pero no quieren
ponerse de u na vez a ello. >>Y sabéis por qué?
Pues bien, os lo diré: creen algunos que para ser
buenos, basta conocer las cosas: así, por ejemplo,
para ser devotos de san José piensan que basta
conocer su vida o algunos rasgos de la misma. íYa
veis qué equivocación! Queridos míos, no es así;
se requiere algo más. Para ser buenos hay que
conocer y
(**Es11.202**))
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