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((**Es11.201**) habéis hecho. Pero todo esto es hijo de la bondad de quienes os guían, y a ellos, que no a mí, debéis dirigir los sentimientos de reconocimiento y gratitud que habéis manifestado. Son ellos los que se ocupan de vosotros; yo no hago nada. Dad las gracias a don Luis Guanella, al reverendo Abrate, al señor maestro Macagno. Lo que yo os puedo recomendar es esto. Id todos los domingos de buen grado al oratorio, por la mañana y por la tarde. Llevad también a otros compañeros vuestros. Ciertamente, el local que ahora sirve de oratorio es más un cuchitril que una capilla, pero confío que muy pronto tendréis un local más a propósito, más grande, más cómodo y mejores y más abundantes diversiones. Me alegro de que os divirtáis, juguéis, y estéis contentos; ésta es la manera para haceros santos como san Luis, con tal de que procuréis no cometer pecados. Si, por otra parte, necesitáis algo, dirigíos a don Luis. El me lo dirá y yo ciertamente aceptaré, aquí en casa, con más gusto a los que frecuentan los oratorios y tienen buena conducta que a ningún otro. Ahora decidme: >>cuándo, a qué edad hay que empezar a ser buenos? -Desde pequeñitos, dijo uno. Y otro: -Desde la más tierna edad. -Bien, amigos míos, continuó don Bosco; desde la más tierna edad. >>Qué hubiera sido de san Luis si hubiese esperado a hacerse bueno en la edad avanzada? No hubiera tenido tiempo. Si se le hubiere ocurrido decir: -<>- se hubiera muerto sin poder cumplir su propósito. Empezad, pues, enseguida a haceros buenos. San Luis tenía sólo cuatro años y puede decirse que ya se había consagrado por entero al Señor. Todos vosotros tenéis más de cuatro años. Animo, pues; estad siempre alegres, sed obedientes y el Señor os bendecirá. Os recomiendo, entre otras cosas, que propaguéis la compañía de San Luis en el Oratorio: que sean muchos los que se inscriban en ella y practiquen el reglamento. Espero veros más veces; venid aquí a visitarme y yo me alegraré siempre de veros; o iré yo a visitaros alguna vez. Pero hay que elegir alguna fiesta en la que todos confeséis y comulguéis, los que ya habéis sido admitidos a la comunión; yo me encargaré de que aquel día no falte un buen panecillo con una buena rodaja de salchichón para desayunar. Estad, pues, siempre alegres, acordaos también de rezar por mí y sed siempre agradecidos a vuestros bienhechores. Rogáronle que les diera la bendición y condescendió; después, alegres y satisfechos, se marcharon los muchachos a sus casas acompañados por sus maestros. ((**It11.232**)) Seiscientas cartas de sus muchachos llegaron, durante aquellos días, a su despacho. No se conformaban sus comunicantes con felicitarle solamente; le pedían consejo sobre su vocación, le manifestaban deseos que querían cumplir, dudas que aclarar, planes de vida; las tuvo que leer, debió además mostrar, poquito a poco, que efectivamente las había leído, respondiendo a unos y a otros, según los casos. (**Es11.201**))
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