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Ello obligó a volver al salón de estudio para la
segunda velada. La primera solía ser de carácter
familiar; ((**It11.230**)) pero a
la del mismo día de la fiesta asistían numerosos
invitados. Los alumnos internos de Valsálice
entregaron a don Bosco, después del himno, un
magnífico candelabro de varios brazos. Asistieron
también cerca de doscientos muchachos del oratorio
festivo, que leyeron un discursito y le ofrecieron
un ramo de flores. Don Bosco dio sus más sentidas
gracias a los presentes y después expresó los
motivos de la alegría que en aquel momento
embargaba su corazón.
Me habéis dicho cosas muy bonitas ayer y esta
tarde. íOjalá pudiera extender a muchos otros
millares de muchachos abandonados los beneficios y
las atenciones que a vosotros se os conceden!
El pensamiento de que hay muchos jóvenes
abandonados, sin padre, sin amigos, ni nadie que
les aconseje, faltos de lo necesario para la vida
material y moral, sin ninguno que piense en ellos,
me parece que también debe hacer brotar en
vosotros pensamientos de agradecimiento a la
divina Providencia y la voluntad de que sirvan
para vuestro bien los favores que os concede. Por
amor de Dios, sabed corresponder. Si supieseis
cuántos peligros corren los que están en el mundo
y cuántos se dejan seducir por sus apariencias. Y,
sin embargo, mirad: lo único necesario es salvar
el alma. íQué importante es este pensamiento!
Muchos de vosotros me auguráis largos años de
vida. íAy, no, queridos amigos! Es una
equivocación desear vivir tanto. Estamos en manos
de la divina Providencia. Lo importante es que,
vívase mucho o vívase poco, podamos emplear bien
la vida que el Señor nos conceda; pero hay que
emplearla toda para su honor y su gloria.
Lo demás, poco o mucho, dejémoslo en manos de
Dios y que él disponga de nosotros como mejor le
plazca.
Al llegar a este punto, concluyó silabeando
cada palabra: <>.
Al día siguiente hubo una especie de remate de
fiesta. Por la tarde del día 25 llegaron ciento
cincuenta muchachos del oratorio de San Luis,
guiados por su maestro, el coadjutor Macagno y el
reverendo Abrate, el cual tenía allí una academia
privada, y había unido a los oratorianos algunos
de sus alumnos que se preparaban para dar el
examen de la imposición de sotana. Iban a
presentar sus felicitaciones. Don Bosco los
recibió en la biblioteca. Hizo la presentación don
Luis Guanella, director de aquel oratorio festivo.
El buen Padre les escuchó con mucho cariño y les
dijo después:
((**It11.231**)) Os
agradezco los ramos de flores que me habéis traído
y lo que me habéis dicho con vuestras poesías y
vuestras cartas. Estoy contento, muy contento, de
lo que
(**Es11.200**))
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