((**Es11.20**)
a don Domingo Pestarino y a continuación al
clérigo Ghione y a don José Cagliero; todo en el
espacio de cuatro meses.
Con estos cuatro queridos hermanos hemos
perdido cuatro operarios evangélicos, profesos
perpetuos los cuatro, amantísimos de la
Congregación Salesiana, observantes fieles de
nuestras Constituciones, y llenos de celo para
trabajar a la mayor gloria de Dios.
No es, pues, de extrañar que estas pérdidas
hayan sido amargamente sentidas en nuestra
sociedad. Pero Dios, que es bondad infinita y
conoce todo lo que puede reportarnos algún bien,
los encontró ya dignos de Sí. Puede decirse de
ellos que vivieron poco, pero que trabajaron
mucho, como si hubieran vivido largos años: Brevi
vivens tempore, explevit tempora multa. Y tenemos
fundados motivos para creer que estos Hermanos
nuestros, que dejaron de trabajar con nosotros en
la tierra, se han convertido en nuestros
protectores ante Dios en el cielo.
Se considera, por tanto, oportuno comunicaros
algunos rasgos biográficos de cada uno de ellos, a
fin de que se conserve su recuerdo entre nosotros.
Lo que hoy hacemos por ellos, esperamos, con el
auxilio del Señor, hacerlo también con los que
fueron llamados a la eternidad en tiempos pasados
y con los que pluguiere a Dios llamar en lo
porvenir.
Y esto lo haremos por tres razones
particulares:
1.¦ Porque así suelen hacerlo las otras
Congregaciones eclesiásticas y Ordenes religiosas.
((**It11.14**)) 2.¦
Para que los que vivieron con nosotros y
practicaron ejemplarmente las mismas Reglas, nos
estimulen a seguirles en la prosecución del bien y
en la huida del mal.
3.¦ Para que, al recordar sus nombres y sus
hechos principales, nos acordemos más fácilmente
de elevar a Dios nuestras plegarias para que
conceda el descanso eterno a sus almas, si aún no
hubieran sido recibidas en el seno de la
misericordia divina.
Evidentemente, no hemos de servir al Señor para
que se conserve el recuerdo de nuestros actos
entre los hombres, sino a fin de que nuestros
nombres, como dice el Salvador, sean escritos en
el libro de la vida. No obstante, esto nos tiene
que servir de aviso para que, así como nuestras
malas acciones pueden resultar de escándalo a los
demás, aún después de nuestra muerte, las buenas
podrán servir de edificación. Por tanto, mientras
leemos la breve selección de noticias de estos
hermanos nuestros, no dejemos de elevar a Dios
constantes plegarias por ellos y por todos los
Hermanos que desde principios de la Congregación
pasaron a la otra vida.
En el decurso del año 1875 debemos demostrar
nuestra imperecedera gratitud, elevando incesantes
súplicas a la Divina Majestad por las necesidades
de la Iglesia y especialmente por la conservación
de los preciosos días del Sumo Pontífice, nuestro
insigne Bienhechor, que tantas veces nos colmó con
singulares beneficios espirituales y temporales.
El se dignó conceder la aprobación definitiva a
nuestras Constituciones, para que nosotros las
cumplamos con exactitud; nos otorgó muchos
favores; procuremos mostrarnos dignos de todo ello
empleándolo para la mayor gloria de Dios y el bien
de las almas.
Que Dios os bendiga a todos, mis queridos
hijos, y rogad por mí, que siempre seré vuestro
Afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.(**Es11.20**))
<Anterior: 11. 19><Siguiente: 11. 21>