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De toda esta organización de las compañías se
derivaban dos bienes de suma importancia, sin que
se dieran cuenta de ello los mismos inscritos. Uno
era el establecer una íntima relación con los
superiores. Y como además se mantenía la costumbre
de que, con la edad, se pasaba de una Compañía
inferior a otra de grado más elevado, sin dejar de
pertenecer a la anterior, se obtenía así un
segundo efecto: el progreso de muchos en la
virtud. Por este camino condujo don Bosco hasta
los umbrales de la Congregación a los alumnos que
ofrecían mejores esperanzas, los cuales, al entrar
en el noviciado, no caían de golpe en un mundo
nuevo, sino que llegaban predispuestos y
preparados con el aprendizaje de las Compañías,
que en su constitución reflejaban las reglas y el
espíritu de la Pía Sociedad, de forma que no les
causaba sorpresa que les propusieran escalar a una
perfección mayor.
5. La fiesta del Padre
El día onomástico de don Bosco era un suceso de
capital importancia en la vida del Oratorio: una
fiesta preparada desde lejos, ansiosamente
esperada, portadora de alegría y de preciosos
frutos. Triunfaba en ella la demostración del amor
filial.
A partir del 7 de junio estuvo don Bosco
visitando los colegios de Sampierdarena, Varazze y
Alassio. El 21 por la noche anunció don Miguel Rúa
((**It11.227**)) que
volvía al día siguiente y recordó el simbólico
ramo de flores, que era costumbre ofrecerle la
víspera, para aprovechar la ocasión de recordar a
todos, que una comunión general en la mañana de la
fiesta sería el mejor ramillete que se podría
ofrecer al homenajeado.
Llegó el buen Padre precisamente cuando los
muchachos iban en fila hacia el comedor. Verlo
aparecer por la portería y echarse a todo correr
hacía él, gritando: <<íViva don Bosco!>> fue una
misma cosa. Después de las oraciones subió a la
tribuna de las <> y habló así:
Aquí me tenéis de nuevo con vosotros, mis
queridos hijos. Me fui sin pediros permiso ni
despedirme. Pero otra vez no me iré sin decíroslo.
Durante estos días he visitado los colegios de
Alassio, Varazze, Sampierdarena y Borgo San
Martino. Todo lo he encontrado bien; una enorme
cantidad de muchachos, más o menos de vuestra
misma edad, tienen vuestras mismas costumbres y
son buenos como vosotros. Todos querían saber
noticias vuestras y yo se las daba, siempre muy
buenas. En esto, según mi costumbre, no sólo decía
las cosas como realmente son, sino que además
decía cómo me gustaría a mí que fuesen. Ellos se
quedaron contentos y se esfuerzan por imiraros.
Pero en este momento me preocupa un
pensamiento. He de deciros que, si bien
(**Es11.197**))
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