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raros los alumnos nuevos que lleven la nota:
<>. Pero al pie de cuotas, que
van desde un mínimo de cinco liras mensuales,
hasta el máximo de veinticuatro, leemos casi
siempre: <>. Este <>, durante el segundo
trimestre, está en proporción directa con la
posibilidad de los padres o bienhechores; y en
consecuencia resulta <> para
algunos, o <> para otros,
o una reducción más o menos notable. Pues bien,
este sistema producía efectos maravillosos.
Los recién llegados, con la esperanza del
beneficio, procuraban cumplir su deber; sus padres
o protectores, que frecuentemente se quitaban el
pan de la boca para reunir la cuota mensual,
apremiaban al muchacho, para que ((**It11.223**)) su
comportamiento mereciera la gracia.
Mientras tanto, durante aquellos tres meses de
esfuerzos y de regularidad, los nuevos se
acostumbraban al orden, al estudio y a la piedad,
que constituía en lo sucesivo su propia salvación.
La bondad de don Bosco resultaba además de una
gran protección para los muchachos. En cualquier
parte de la casa donde se encontrase, su cariño de
padre siempre le dictaba una palabra afectuosa,
que producía tranquilidad en el ambiente y deseo
de tenerlo contento. Veamos algunos ejemplos de
estos encuentros, señalados en las memorias
correspondientes a este año.
Un día, al salir de casa, se volvió al portero
y le dijo:
-He leído tu carta y la tendré muy en cuenta.
Ten la seguridad de que don Bosco piensa mucho en
ti y, cuando sabe qué es lo que mejor te va, lo
hace con gusto por ti.
Otro día, volviendo de la calle, pasó junto al
joven Deppert, que en aquel momento llegaba a la
portería, y le dijo, poniéndole la mano sobre la
cabeza:
-Quiero que dejes pronto esta ropa y vistas la
sotana. Tú has puesto confianza en don Bosco y don
Bosco no te dejará nunca en el camino. El piensa
mucho en ti y busca la manera de hacerte feliz en
este mundo y en el otro.
Deppert llegó, en efecto, a ser un digno
sacerdote salesiano.
El clérigo Trivero había presentado su
solicitud para ir a las misiones; y un día le dijo
en tono festivo:
-íHe aquí a nuestro campeón! Quiero hacer de él
un pequeño san Francisco Javier. Te tengo muy en
cuenta y cuento mucho contigo. Siempre seremos
amigos, >>verdad? Déjame hacer. Con tal de que tú
me ayudes... y después... después... ya verás.
El clérigo murió santamente en San Benigno el
1879.
Atravesaba don Bosco el patio. Un grupo de
muchachos, que mordiscaban
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