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Es digno de nota que don Bosco no veía bien que
los aprendices cambiaran de oficio y sostenía que
ello les perjudicaba. Por eso el 30 de mayo avisó
al que tenía la responsabilidad que no se
permitieran tales cambios.
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En cuanto a los estudiantes, para no amontonar
cosas, nos limitamos a anotar los pocos detalles
del 1875, que se refieren a las clases y a los
estudios del Oratorio, intercalando algunas ideas
pedagógicas de don Bosco.
El hecho particular más digno de ser recordado
es un apéndice provisional y atrevido que hizo don
Bosco en las clases internas, inspirado por su
celo incansable por el bien de la juventud. Cierto
día, y a pocos pasos de María Auxiliadora,
abrieron los protestantes una escuela elemental
gratuita para los muchachos de la barriada. El
dinero repartido a porrillo engañaba a la pobre
gente. Era un desafío y don Bosco lo aceptó. Poco
tenía él para dar: algún regalito a los que
acudían el domingo al ((**It11.217**))
oratorio festivo, y nada más. Pero los internos
rezaban y hacían muchas comuniones para que él
pudiera arrancar de las manos engañosas las almas
de los niños. Abrió entonces una escuela semejante
para muchachos externos, y confió la dirección a
don Domingo Milanesio. Este se entregó totalmente
a ellos y dedicó a su obra el espíritu misionero,
de que más tarde daría brillantes pruebas en la
Patagonia.
El resultado fue que, poco a poco, se fueron
despoblando las escuelas protestantes, hasta que,
entre abril y mayo de 1875, quedaron totalmente
vacías, y todos aquellos chiquillos, liberados de
los engaños protestantes, llenaron las clases de
don Bosco, y los emisarios de la herejía tuvieron
que cerrar y volverse con la música al lugar de
donde habían venido con tanto descaro.
Cuando cesó el peligro, don Bosco no abandonó a
los nuevos hijos sino que aún hizo más. Para el
curso 1875-1876 traspasó las escuelas a un lugar
más cómodo, a la casa Catellino recientemente
adquirida, y que, si no pudo ser habitada por los
Hijos de María a los cuales la había destinado don
Bosco, rindió este otro servicio no menos
providencial.
Y tampoco cerraba las puertas a los externos
para ingresar en el bachillerato de los internos.
El aumento de población en el naciente barrio
de Valdocco, echaba de menos cada día la necesidad
de escuelas secundarias, a poca distancia.
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