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3. Los hijos
En el dialecto piamontés se empleaba el vocablo
hijo para decir joven. Don Bosco tenía de
setecientos a ochocientos hijos de esta suerte. No
gozaban de muchas comodidades, pero él los tenía.
Formaban dos secciones, una la de los
aprendices y otra la de los estudiantes. Los Hijos
de María, repartidos en tres clases, formaban
grupo aparte; y no tenemos nada que añadir aquí
respecto a ellos.
Puede parecer extraño que hasta 1875 no hubiera
un programa impreso con las condiciones para la
admisión de los muchachos; y sin embargo era así.
Se vivía de una forma patriarcal. Unas pruebas de
imprenta que han llegado hasta nosotros, están
enriquecidas con dos líneas autógrafas de don
Bosco 1. Entre los certificados requeridos para el
ingreso de los estudiantes, ya fuera por olvido o
por otro motivo, faltaba el de buena conducta
extendido por el párroco. Don Bosco añade al
artículo 5.° en las pruebas de imprenta <>.
El 1875 marca un buen paso en la marcha de los
talleres que se preparaban cada día más para
convertirse en verdaderas escuelas profesionales.
Las clases de cultura general para los aprendices,
que terminaban con el curso escolar de los
estudiantes, se continuaron también después. Estas
clases, limitadas anteriormente a las últimas
horas de la tarde, se empezaron a dar también por
la mañana, a continuación de ((**It11.216**)) la
misa, a la que asistían los aprendices solos, como
siguen haciéndolo hoy inmediatamente después de
levantarse.
Junto con los progresos didácticos, se mejoró
también la disciplina.
Se consiguió, por ejemplo, aislarlos por completo
de los externos, no permitiendo que tuvieran
entrada en casa los muchachos que habían sido
expulsados recientemente; y como algunos de ellos
eran músicos y en ocasiones se los llamaba para
tocar, se ordenó al maestro de la banda que no los
volviera a invitar. Hasta entonces se había
permitido a los aprendices tener baúles en el
dormitorio y, como esto podía ocultar peligros,
los baúles fueron sustituídos por cajas abiertas.
Desaparecieron alrededor de su patio todos los
posibles escondites por encima o debajo de las
escaleras, tanto en la parte de la iglesia como en
la nueva construcción de la calle Cottolengo.
Se nombró por fin un catequista, para ocuparse
exclusivamente de los aprendices, con el título de
director de los aprendices.
1 Véase, Apéndice, documento 20.
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