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((**Es11.175**) ((**It11.200**)) o por motivos inconfesables, sería infringirles una injuria gratuita. Cargando, pues, la parte correspondiente a la mentalidad de los curiales, apegados por oficio a la costumbre y habituados a no mirar con buenos ojos cualquiera novedad en materias graves, el espectro de un rompimiento entre el Ordinario de Turín y la Santa Sede debió dominar el ánimo de los jueces y de rebote inquietar el ánimo del Pontífice 1. La oposición hostil y constante de Turín hacía temer razonablemente que la colisión con don Bosco degenerase en un serio conflicto con Roma, precisamente en unos momentos en que tanto se sentía la necesidad de la más sólida unión de todo el Episcopado con la Cabeza de la Iglesia. Aquí está el nudo de la cuestión. Había pasado escasamente un mes desde el epílogo de estos hechos y de su promoción a la Púrpura, cuando el cardenal Vitelleschi dejó de existir. Una violenta fiebre tifoidea acabó con él en el término de pocos días. <<íQué coincidencia, qué meditación!>>, exclamaba fuera de sí monseñor Fratejacci. En su encendida imaginación vio en ello el dedo de Dios 2. En abril de 1876 encontró todavía el Beato llena de consternación a la noble familia del Cardenal, por una muerte tan repentina y, como ellos decían, tan misteriosa. El 11 de abril del mismo año dijo el cardenal Martinelli que las dificultades habían venido de monseñor Vitelleschi; pero se puede dar por seguro que él no obró de aquel modo por hostilidad contra don Bosco. La causa del fracaso hay que buscarla lejos de Roma. 1 Apéndice, documento n.° 17. Véase también el documento n.° 18 y la carta de Menghini a don Bosco del 26 de septiembre de 1875. 2 Apéndice, documento n.° 19. (**Es11.175**))
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