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calcetines, camisas, estolas, dalmáticas, capas
pluviales, manteles, toallas.
Los talleres de la casa no paraban preparando
zapatos, trajes, cajas, herramientas...
No habríamos dicho todo si calláramos un
detalle. En medio de tantos preparativos, había
todavía algunos que no se decidían a persuadirse
de que la expedición se efectuaría en realidad.
Miraban las cosas de tejas abajo, y veían la
dificultad para sustituir a don Juan Cagliero que
había de conducir la expedición, y era profesor de
teología moral, maestro de música en el Oratorio y
director espiritual de las Hijas de María
Auxiliadora y también para sustituir a los otros,
prefecto de un colegio el uno, profesor el otro,
encargado de los asuntos de importancia un
tercero...
El coadjutor Belmonte, por ejemplo, encargado
de atender a los huéspedes que en el Oratorio se
presentaban todos los días, estaba ejerciendo su
cargo todavía media hora antes de la partida, de
tal manera, que si no le hubieran recordado que
dejara las llaves, se las habría metido en el
bolsillo y se las hubiera llevado a América.
íAy, si don Bosco hubiera sido de tan cortas
miras!
Una vez trazado su plan ante Dios, andaba muy
lejos de creer que llegaría a término sin
dificultades; pero, al presentarse un obstáculo,
en vez de amedrentarse, buscaba enseguida la
manera de superarlo, teniendo como norma suya las
palabras de santa Teresa: Nada te turbe.
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