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los privilegios de una Congregación, a elegir; y
la otra, las dimisorias ad quemcumque Episcopum.
La primera se refiere a la comunicación de los
privilegios y la segunda a la concesión de las
cartas dimisorias por el Rector Mayor a los
ordenandos salesianos para cualquier Obispo.
La gran alegría de don Bosco no podía por el
momento proceder más que de la buena acogida del
Papa al número once de su papeleta: <>. El sabía muy bien toda
la serie de trámites por los que había que pasar
para llegar a los Decretos; pero seguramente no
imaginaba qué distante estaba todavía el día en
que llegaría la concesión.
En la misma audiencia preguntó al Papa si
debía, como las demás Congregaciones religiosas,
solicitar un Cardenal protector. El Papa le
contestó textualmente:
-Mientras viva, yo seré siempre vuestro
protector y el de vuestra Congregación.
De vuelta del Vaticano a su residencia en la
vía Sistina, recibió una visita muy agradable. El
día anterior un subteniente del ejército, que
prestaba su servicio en Roma, en el Cuerpo de la
Guardia del Rey, se encontró con él en una calle
de la capital, se le acercó y le besó la mano con
viva demostración de alegría y respeto. Y don
Bosco le dijo:
-Mi querido Bienvenido, >>todavía eres amigo de
don Bosco?
-íFigúrese! Nunca he olvidado, ni olvidaré
jamás a mi bienhechor.
-Pero tú sabes que los amigos no pueden vivir
lejos el uno del otro, sino que siempre están
juntos... íY tú estás tan lejos de mí! íVen, pues,
a verme!
El apuesto oficial se llamaba Bienvenido
Graziano, era de Biella y había estudiado en el
Oratorio. Muy impresionado por las palabras de don
Bosco no pudo dormir en toda la noche; e iba ahora
a decirle que, si lo aceptaba, estaba dispuesto a
vivir con él y después ir a donde lo mandase.
Don Bosco le escuchó con benevolencia y le dijo
que, cuando quisiera y pudiera, fuese al Oratorio
y que allí ((**It11.115**)) se
pondrían de acuerdo. Pero que se presentara con su
flamante uniforme porque a todos les gustaría ver
a un valiente soldado del Señor entre sus filas.
Graziano mantuvo su palabra leal. Nos
encontraremos de nuevo con él en el próximo
volumen 1.
1 J. VESPIGNANI.-Un año en la escuela de don
Bosco, pág. 105, San Benigno Canavese 1930.
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