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él podrá algún día gozar de estas compañías, ser
tratado con distinción y gozar de grandes
banquetes.
Nuestro fin es salvarnos a nosotros y a las
almas de los demás. íQué noble fin! Jesucristo, el
Hijo de Dios, sólo vino a esta tierra para
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facere salvum quod perierat (salvar lo que había
perecido); y el mejor regalo y honor que hizo a
sus apóstoles y discípulos, a quienes tanto
quería, fue enviarlos a evangelizar el mundo; pero
nótese que la primera vez los envió a Israel, la
segunda a todo el mundo; lo cual quiere decir que
debemos comenzar por lo poco, por los que están
más cerca de nosotros.
Y la mejor manera para salvar nuestra alma y
las de los demás es comenzar por perfeccionarnos a
nosotros mismos mediante el ejemplo; hacerlo todo
bien, como se hacen en Ginebra los relojes, es
decir, haciendo a la perfección aquella pieza,
aquella incumbencia, que se nos confía en la
Congregación.
Puede que algún aprendiz diga:
-Bien está que el fin de la Congregación sea
salvar las almas; esto lo podrá hacer un cura, un
predicador, pero nosotros...
En ningún lugar mejor que en una Congregación
se verifica la verdad de la Comunión de los
Santos, en la que todo lo que uno hace redunda en
provecho del otro. Efectivamente, el que predica,
el que confiesa, después de cierto tiempo,
necesita comer; y el docto profesor necesita
vestirse, calzarse: >>cómo se las compondrían sin
cocinero, sin sastre, sin zapatero? Sucede como en
el cuerpo: la cabeza vale más que una pierna, el
ojo más que el pie; pero, tanto uno como otro, son
necesarios al cuerpo; basta que se clave una
espina en el pie para que inmediatamente ojos,
manos y cabeza se pongan en movimiento para
aliviar al pobre pie.
También aquí viene a propósito la comparación
de la fábrica de relojes: todas las piezas
construidas con precisión y justeza se combinan
entre sí y resulta un reloj perfectísimo; verdad
es que unas piezas son más delicadas y necesarias
que otras; pero quitad una de las que menos
aparentan, y vuestro reloj pierde su valor.
...El que, por autoridad o por talento, ocupa
un puesto elevado medite en lo que decía David en
el colmo de su gloria: exaltatus, humiliatus sum
(exaltado, soy humillado). Cuanta más altura se
alcanza, más humildad se necesita. Sucede como en
la escalera de los bomberos; cuanto más arriba
sube el bombero, tiene que doblarse más y
agarrarse mejor a la escalera, porque si no, le
acomete el vértigo y cae abajo, tanto más
espantosamente cuanto mayor es la altura de donde
cae.
4. De los Votos
Al fin de nuestra vida Dios nos pedirá cuenta
de los bienes propios, de cómo los hemos
administrado, de la parte que dimos o no dimos a
los pobres; pero, si ya nos hemos desprendido de
ellos, podremos contestar:
-Señor, hace ya mucho tiempo que os lo di a
Vos, que os hice dueño de todo ello, yo no tengo
ya nada que ver con eso.
El Señor ha dicho:
-Te privas por amor mío de poco y yo te daré
mucho; lo das todo y adquieres el derecho a cuanto
te he preparado en el cielo...
Mirad lo que contestó Jesucristo a Pedro cuando
éste le preguntó qué sería de ellos: Ecce nos
reliquimus omnia... (He aquí que nosotros lo hemos
dejado todo...) Cuanto más fuerte es el corte
((**It10.1087**)) que
damos, más aseguramos nuestro premio;
(**Es10.998**))
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