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motivo, no pudieran, al menos colocarían en su
sitio las sábanas y las mantas, para no causar
mala impresión en quien fuese acompañado a visitar
los dormitorios durante la jornada; tampoco se
pondrían nunca las manos encima, no reirían
descompasadamente; mantendrían el cuerpo erguido
al sentarse; no escupirían en el suelo, o en el
pañuelo a distancia, sino que se lo acercarían a
los labios para limpiarse después la boca; y
jocosamente ponía él de relieve los modos
incorrectos de algunos. No dejó de insistir en el
aseo personal, de la ropa y de los dormitorios; y
sobre esto hablaba también él, a lo largo del año,
a los alumnos.
Señaló también cómo conviene corregir a los que
faltan a las reglas de urbanidad:
-Si un muchacho, al pasar ante vosotros, no os
saluda, quizás porque nadie se lo ha enseñado o
porque distraídamente no piensa en ello, saludadle
vosotros primero: será la mejor lección. Por el
contrario, quien pretendiese enseñar urbanidad a
un muchacho, quitándole la gorra de la cabeza con
un pescozón, no sabe qué significa urbanidad y no
conoce en absoluto cómo se ganan los corazones. Y
después de todo, >>no son ellos los hijos ((**It10.1082**))
favoritos y nobilísimos del Rey de reyes? >>Y el
que tiene un adarme de fe y de caridad se atreverá
a tratarlos con dureza y desprecio?
El 20 de septiembre tuvo lugar la ceremonia de
las profesiones:
veintinueve novicios emitían los votos trienales y
un profeso trienal emitía los perpetuos.
El 27 de septiembre se repetía la ceremonia:
doce hermanos hicieron los votos trienales y tres,
entre ellos el clérigo Domingo Milanesio, los
perpetuos.
El 28 se clausuraron los ejercicios y volvieron
todos a sus casas.
Al día siguiente moría en el Colegio de Borgo San
Martino el clérigo Francisco Carones, de
Frassineto Po, a la edad de diecinueve años. El 3
de agosto había fallecido otro en el Oratorio:
Juan Bautista Camisassa, de veintiséis años; y don
Bosco describió sus virtudes, en el apéndice al
catálogo de la Pía Sociedad, con estas preciosas
palabras:
<>La vida ejemplar que han llevado durante el
tiempo que vivieron con nosotros; su ardiente
deseo de trabajar para la mayor gloria de Dios; la
paciencia y resignación demostradas, especialmente
en su última larga enfermedad; el fervor con que
recibieron los santos
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