((**Es10.992**)
El 29 de septiembre tres Hermanos emitieron los
votos trienales, y don Domingo Belmonte y don José
Monateri los perpetuos.
Durante aquellos ejercicios don Bosco dio
prueba de su singular paciencia. Por descuido del
sacristán tuvo que confesar todo el tiempo sentado
en una silla rota, colocada junto a un
reclinatorio viejo, tosco y mal hecho, que
resultaba muy incómodo, especialmente para él, que
habitualmente mantenía un porte modestísimo,
edificante y con el cuerpo siempre recto. Al
terminar la última tanda, llamó al director
espiritual, don Juan Cagliero, y sonriendo le
dijo:
-íMira qué reclinatorio!... íPodría servir de
modelo!... íManda sacar un diseño!
Y así acabó todo con una carcajada.
2) En 1872 se tuvieron las dos tandas de
ejercicios del 16 al 21 y del 23 al 28 de
septiembre. Don Bosco, a más de ser el confesor
preferido por todos, concedía como siempre
audiencia particular a los ejercitantes. Daba
después de las oraciones de la noche una
platiquita siempre simpática y adaptada. Presidía
las reuniones capitulares para destinar a los
Hermanos a las casas y otras deliberaciones
importantes. Y predicaba las instrucciones de
ambas tandas.
Mientras instruía y guiaba a los demás, estaba
siempre sumido en la consideración de la eternidad
y hablaba a menudo de su muerte. Un día le observó
don Joaquín Berto que eran muchísimos los que no
podrían resignarse ante una pérdida tan grande; y
él respondió muy tranquilo:
-íMira; si yo muriese, los buenos me llorarían
un poco y después se acabaría todo; el demonio en
cambio estaría de fiesta, íporque habría perdido a
un enemigo!
El 18 de septiembre se paseaba con don Joaquín
Berto y hablaba del estado de su salud; le observó
el buen Hermano ((**It10.1080**)) que
ya era hora que se cuidara algo y que descansara
un poco. Pero él replicó:
-Mira; el fin de mi vida estaba fijado en los
cincuenta años. Rezaron y rezan tanto por mí, que
todos los que ahora tengo de más son de limosna;
así que cuanto mayor es la limosna, mayor ha de
ser el buen empleo que de ella debe hacer quien la
recibe.
Su prudencia brillaba en las reuniones
capitulares al tratar del destino del personal
para el nuevo año. Quería él que no sólo los
directores, sino todos los que pertenecían al
Capítulo de cada casa, fueran exactos en la
observancia de las Constituciones y que pusieran
toda su buena voluntad para que también los demás
las practicaran y así no cargar su conciencia con
las faltas ajenas, porque,
(**Es10.992**))
<Anterior: 10. 991><Siguiente: 10. 993>