((**Es10.97**)
->>Pero, la Virgen quedará contenta? No quiero
faltar a mi palabra, porque temo que me castigue.
-Le aseguro que la Virgen está contenta.
->>Cómo puede usted saberlo?
-Quédese tranquila, se lo repito; yo invertiré
en su nombre, y para honra de María, una cantidad
equivalente al valor del collar y los pendientes.
->>Y puedo yo, en conciencia, permitir eso?
-Sí, puede hacerlo.
La buena mujer estaba todavía indecisa, mas
acabó por decir:
-Bueno, haga como dice; pero si quiere todo mi
oro, tómelo en hora buena.
Don Bosco repitió su propuesta resueltamente y
la pobre mujer volvió satisfecha a su casa.
íCuánto corazón y cuánta fe!
<>, anotaba Lemoyne al
escribir la relación, sucedió otro hecho
conmovedor, todavía inédito.
((**It10.97**)) Cierta
mañana llegó al Oratorio un pobre hombre después
de haber viajado de Alba a Turín; se confesó y
comulgó y se presentó a don Bosco para cumplir un
voto. Había estado enfermo, deshauciado por los
médicos y, ya a punto de muerte, había prometido
llevar a la Virgen todo el dinero que poseía, y
curó al instante. Contempló don Bosco a aquel
hombre, con mucho desparpajo y con paupérrimo
atuendo, pensando qué dinero podía poseer. Sacó él
de la faltriquera un envoltorio en papel de
estraza, lo desenvolvió y apareció el dinero: íuna
lira! Con toda solemnidad la puso en manos de don
Bosco y dijo:
-Esto es todo lo que tengo: ítómelo!
->>Estas son todas sus riquezas?
-Todas.
-Seguramente tiene en el pueblo su pequeña
viña.
-No tengo nada.
->>En qué trabaja?
-íSoy un pobre bracero! Vivo al día.
->>Cómo hará para volver a su casa?
-No hay problema; lo mismo que he hecho para
venir; iré a pie.
->>Y no está cansado?
-Algo sí, porque el viaje fue bastante largo.
->>Está en ayunas todavía?
-Desde luego, porque quería comulgar. Pero
antes de media noche comí un pedazo de pan que
traía.
->>Y qué tiene ahora para desayunar?(**Es10.97**))
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