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con don Bosco que terminaba de confesar, una
mujer, que llevaba en brazos un niño de ojos
limpios, vivarachos y que no podía estar quieto un
instante. Al llegar ante el Santo, exclamó loca de
alegría:
-íMire mi niño!
->>Qué desea, buena señora?
-íYa ve usted qué bien está!
-Que Dios se lo conserve siempre así; >>y qué
desea?
No recordaba don Bosco la bendición que había
dado a aquel niño moribundo quince días antes. La
mujer le recordó el hecho y le contó que, al
tercero o cuarto día de la novena que le había
mandado, íel niño se había curado
instantáneamente!
-Ahora, siguió diciendo, he venido a cumplir
con mi deber.
Y al decir esto, sacó un estuche donde había
unos atavíos femeninos de oro: un collar, un par
de pendientes y un anillo. Don Bosco los tomó en
sus manos.
->>Esta es su ofrenda?
-Sí señor; prometí que regalaría a la Virgen lo
mejor que tengo y le ruego que lo acepte.
-Pero, dígame: >>cuenta con algo para
enfrentarse con la vida?
-No señor, vivimos al día con el jornal de mi
marido, que trabaja en la fundición.
((**It10.96**)) ->>Y
sabe su marido que ha destinado todo esto para la
Virgen?
-Sí, señor; lo sabe y me autoriza para ello con
mucho gusto.
-Y dígame: >>guarda algún ahorro?
->>Qué ahorro quiere que hagamos con tres liras
diarias?
->>Y, si se deshace de todo, cómo se las
arreglará frente a una desgracia o una enfermedad?
-No me preocupa; Dios proveerá.
-Pero si guarda este oro, podrá aprovecharlo en
alguna circunstancia, vendiéndolo o empeñándolo en
el monte de piedad.
-El Señor ve que somos pobres, y yo debo
entregar lo que he prometido.
Don Bosco, que estaba muy conmovido, continuó
diciendo:
-Oigame, vamos a hacer así. La Virgen no le
pide tanto sacrificio.
Pero, como es justo que por su parte haya una
muestra sensible de gratitud, yo tomaré solamente
este anillo. Llévese el collar y los pendientes.
-íAh, no! Prometí todo y quiero darlo todo.
-Haga lo que le digo y basta.(**Es10.96**))
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