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En 1871, hacia el mes de junio, presentose de
nuevo al Santo diciéndole claramente que había
llegado el momento de salir de nuestras casas, y
que tuviese la bondad de buscarle un puesto para
maestro en un colegio, como le había prometido.
Don Bosco le miró fijamente y exclamó:
-Así, >>quieres dejarme?...
Y rompió a llorar.
-Usted sabe muy bien, insistió Tamietti, que
jamás le he engañado sobre el particular; creo,
por tanto, que no le ofendo con mi declaración.
-Bien, replicó don Bosco, ídeja el asunto en
mis manos!
El Santo estaba convencido de que no le
abandonaría. Sin embargo, tal y como le había
prometido, buscóle una plaza en el Colegio de
Valsálice, que todavía no había sido confiado a la
Pía Sociedad. Lo recomendó al profesor Lace, el
cual logró que ingresara enseguida declarando que
no sólo le convenía sino que lo necesitaba.
Llegaron entretanto las vacaciones y algunos
profesores dejaban nuestras casas en busca de más
libertad y lucro, y don Bosco estaba angustiado,
pues no sabía cómo sustituirlos. En esto, se le
presentó Tamietti y le dijo:
-Oiga, don Bosco; estaba decidido a salir e ir
a Valsálice; pero entonces tenía don Bosco
suficientes profesores; ahora sé que los necesita;
no quiero se diga nunca que yo, pudiéndolo, no
saco a don Bosco de un apuro. Me quedo con usted
un año más.
->>Sólo un año?, replicó el Santo conmovido.
íSiempre he dicho yo que Tamietti era un amigo
mío! Ahora te digo que Valsálice será nuestro el
próximo año...
Y para el nuevo curso el clérigo Tamietti se
quedó como profesor en el Oratorio. Al llegar la
primavera, cayó enfermo y tuvo que ir a respirar
los aires nativos, ((**It10.1028**)) pero
durante aquellos días aseguraba a don Bosco acerca
de su buena voluntad y le declaraba el propósito
de hacerse y continuar siendo siempre salesiano.
Don Bosco le contestaba:
Muy querido Tamietti:
Tu carta me saca una espina del corazón; ella
me impidió hacerte el bien, que hasta ahora no te
he podido hacer.
Muy bien.
Estás en manos de don Bosco, y él sabrá
servirse de ti para la mayor gloria de Dios y el
bien de tu alma. Cuando vuelvas aquí, veremos lo
que convendrá hacer. Pero en todo caso:
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