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Le decía un día a un asistente:
-Si vis amari, esto amabilis, (si quieres ser
amado, sé amable). Las primeras impresiones en el
corazón de los jóvenes son las de la educación.
Por amor de Dios, no se los irrite nunca con
castigos y malos tratos, para que no maldigan la
sotana. Ya es bastante la aversión que algunos
tienen contra el cura.
Se encontró en Lanzo con el asistente general
del estudio, donde se reunían en silencio
doscientos alumnos, y le dijo:
-Los ojos abiertos, siempre abiertos. Y aunque
el Señor nos ha enviado muchachos excelentes, es
bueno que a veces estés en guardia. Mira,
pregunta, toma las oportunas precauciones y
considera como grave cualquier falta pequeña que
pudiera ser causa de graves desórdenes y ofensa de
Dios. Vigila especialmente los libros que leen,
sin dejar de apreciar a todos y sin desalentar a
ninguno; pero no te canses de ((**It10.1023**))
vigilar, de observar, de comprender, de socorrer,
de compadecer. Déjate guiar siempre por la razón y
no por la pasión.
Conversaba una tarde con los maestros de las
clases elementales y les decía:
-Al empezar el curso haced divertida la clase,
dejando de lado las teorías de la aritmética y de
la gramática. En aritmética, preguntad haciendo
repetir mentalmente alguna operación, propuesta a
veces en forma de cuento. En gramática, haced que
los alumnos formen oraciones sencillas. Por
ejemplo, decidles:
-<<íDios!... aplicadle un atributo...>> Os
contestarán: <<íEterno!>> -<>. Así les enseñaréis a formar
prácticamente oraciones. Seguid después con las
oraciones compuestas, y explicad bien qué es el
sujeto, qué es el atributo y, paso a paso, lo
demás. Vuestros alumnos aprenderán a construir
bien los períodos.
-Enseñadles, por último, una pequeña redacción,
un cuento, una cartita, que tenéis ya en algún
libro. Cuando os entreguen sus deberes leedlos
todos atentamente y corregidlos; dictad después el
texto y haced que lo aprendan de memoria.
Al preguntarle cómo había que predicar a los
niños para que escucharan con gusto y sacaran
provecho, contestaba:
-Después de haber expuesto sencilla y
claramente el asunto que queréis tratar, terminad
siempre con un hecho histórico o un sencillo
episodio ilustrativo; interrogadles después sobre
lo que habéis expuesto; y, si ninguno toma la
palabra, dad vosotros mismos la respuesta
adecuada.
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