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que vuelva a admitirlo y, después de hacer las
debidas amonestaciones a los culpables, tómense
las medidas que pida el caso.
>>No se critique o murmure de fulano o de
mengano, ya sea hermano ya sea alumno, en
presencia de otros alumnos; toda palabra debe
pasar por el tamiz de la caridad, y el que tiene
que corregir hágalo siempre en privado.
>>No se manifieste nunca a los alumnos las
disposiciones confidenciales tomadas por los
superiores.
>>No se hable nunca con ellos, ni con la
servidumbre, de algún desorden sucedido en otro
colegio, ni con los alumnos de una clase sobre lo
acaecido en otra.
>>No se les pregunte nunca cosas de conciencia,
ni se investigue si uno se confiesa o no, si
comulga o deja de hacerlo; esto pertenece a la
prudencia del catequista.
>>Cuando los profesores reprenden en clase a
los negligentes, no hagan mención de la frecuencia
con que reciben los sacramentos, como en contraste
con su conducta.
>>Guárdese en riguroso secreto el nombre de
quien descubriere y ((**It10.1022**))
revelase una falta grave cometida en la casa; pero
se puede avisar que hay en la comunidad quien
observa y puede referir...
>>No se alabe nunca a un joven en presencia de
otros hermanos, porque estas alabanzas se divulgan
y pueden llegar a ser causa de soberbia y de
amistades particulares.
>>Aunque está prohibido a los alumnos ponerse
las manos encima, no haya precupación cuando esto
se hace de refilón, y delante de los asistentes,
jugando a tíngolo o a trincéa>> 1.
En los días que pasaba en las diversas casas,
siempre decía una buena palabra a todos los que
encontraba.
A un prefecto le hacía esta recomendación:
-Recuerda que, también delante de los alumnos,
quien debe figurar como el primero en la casa es
el director; por consiguiente, tú procede siempre
como representante suyo.
Insistía en que no se omitiese nunca la lección
semanal de urbanidad; en que, al ingreso de los
alumnos, se tomara nota en registro a propósito de
sus prendas de vestir, su ropa blanca y el equipo
de cama; en que se tuvieran cuidados especiales
para que también los más pequeños estuviesen
aseados, y de que los peinara un clérigo, un
coadjutor o también alguna buena señora entrada en
años.
1 Eran dos juegos animados (en los que tomaban
parte muchos jóvenes), que se repetían cada día en
el Oratorio.
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