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VI
EL <>
BOSQUEJO HISTORICO DE LA
CONGREGACION DE
SAN FRANCISCO DE SALES
Y CORRESPONDIENTES
ACLARACIONES
ROMA-TIPOGRAFIA POLIGLOTA DE LA S. C.
DE PROPAGANDA
1874
Con aprobación de la Autoridad
Eclesiátisca
I
Principios de esta
Congregación
De 1841 a 1848 ya se practicaban unas reglas,
según el espíritu de esta Congregación, pero no se
hacía vida común.
El año de 1848 se levantó un espíritu de
perturbación contra las órdenes religiosas y
Congregaciones Eclesiásticas, y después, en
general, contra el clero y todas las autoridades
de la Iglesia. Este grito de furor y de desprecio
contra la religión llevaba aparejado el
apartamiento de la juventud de la moral y la
piedad; y, por consiguiente, de la vocación al
estado eclesiástico. En consecuencia, no había
ninguna vocación religiosa, y casi ninguna para el
estado eclesiástico. Mientras se iban así
dispersando los institutos religiosos, se
vilipendiaba a los sacerdotes, se encarcelaba a
algunos, se confinaba a otros. >>Cómo era posible,
humanamente hablando, cultivar el espíritu de la
vocación?
En aquel tiempo Dios hizo conocer claramente un
nuevo género de milicia, que quería escoger para
sí; y no entre las familias acomodadas, porque
ellas enviaban de ordinario sus hijos a la escuela
pública o a los grandes colegios, donde quedaba
pronto ahogada toda tendencia a este estado.
Tenían que ser elegidos para tomar el puesto
glorioso, entre los destinados al estado
sacerdotal, los que manejaban la azada o el
martillo. Pero >>dónde encontrar los medios para
pagar los locales necesarios, los estudios, la
comida, el vestido, el título eclesiástico y más
tarde la cuota rescate para librarlos del servicio
militar? El hombre es un mísero instrumento de la
divina Providencia, que, en las manos de Dios y
con su santa ayuda, hace lo que él quiere.
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Empecé, por consiguiente, a buscar muchachos del
campo; junté a éstos algunos hijos de artesanos
del Oratorio de San Francisco de Sales, que se
distinguían por su moralidad y aptitud para el
estudio. Y después, para ahorrar gastos y recordar
constantemente a los nuevos alumnos su humilde
condición, a la par que iban a las escuelas y
prestaban asistencia a sus compañeros, daban las
clases nocturnas y el catecismo en los varios
oratorios festivos ya abiertos en la ciudad de
Turín.
A estos primeros se añadieron otros y otros
más. Resulta difícil imaginar los trabajos,
dificultades y penalidades, que hubo que sostener
entonces para hacer frente a
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