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de la misa, con piadosas pláticas y con la
recepción de los sacramentos, en medio de
diversiones a propósito, de las que apenas puede
carecer la tierna edad.
Excelentes sacerdotes de la misma Sociedad al
frente de las escuelas devuelven con sapiente
caridad, gratuita y amablemente, con la palabra,
los escritos y el ejemplo, lo que gratuitamente
recibieron. ((**It10.933**))
Ciertamente la Sociedad Salesiana es una luz
poderosa, con la que se esconden amedrentados los
malos tiempos; una luz que ilumina a los que
viendo no ven, y descansan a la sombra de la
tenebrosa ignorancia; voz que clama por plazas y
aldeas, aparta de los malos principios a toda la
juventud pobre y la enseña a guardar los
mandamientos. Y no hay que olvidar, además, lo que
todos proclaman como muy útil, me refiero a la
tipografía, que ya produjo innumerables volúmenes
editados con mucho trabajo y estudio por los
miembros de la misma Sociedad.
Estos y otros frutos se deben a la excelente
institución, en la que, durante el tiempo de
formación son cuidadosamente atendidos por el
Superior con lecciones diarias y otros ejercicios
espirituales, y con el estusiasmo con que, pasado
el noviciado, se consagran a los estudios para el
bien común. Hemos dicho noviciado; añadimos, menos
aparente que los demás, pero verdadero noviciado,
como conviene y reclama el bien de la Sociedad y
de las almas. Pues es evidente que no se puede,
sin peligro de su existencia, actuar abierta y
casi ostentosamente a los ojos de los que
destruyen las órdenes monásticas.
Por lo cual esperamos pacientemente del Señor
que lo que aún se desea más perfecto, cuando
llegue la paz a la Iglesia, dará abundantes los
medios que sirven para la perfección total de su
obra. Además, para demostrar que los socios
Salesianos son estupendamente formados en el mismo
noviciado, omitiendo otras cosas que ya dijimos,
puede servir de argumento: que cada año hay al
menos un centenar de alumnos de sus escuelas que
se inscriben en la milicia clerical, y que
ciertamente no son la parte menor de los jóvenes
que crecen en los seminarios subalpinos para
esperanza de la Iglesia que no espera más del
número que de la piedad y buena formación.
Así, pues, añadimos nuestras preces suplicantes
a las del sacerdote Juan Bosco para el fin
propuesto. La Santa Sede, a la que profesamos
máxima reverencia y obediencia hasta la muerte,
juzgará lo que mejor sea, confiada en su divina
sabiduría.
Dado en Roma, a 11 de mayo de 1873.
>> EMILIANO
MANACORDA, Obispo de Fossano
N.° XII
Informe del Arzobispo de Génova
Eminentísimo y Reverendísimo Señor:
Mientras el hombre enemigo se preocupa por
arrojar a manos llenas en el campo del Señor la
cizaña de las malas doctrinas, y vemos con
profunda tristeza de nuestra alma, cómo se
desarrolla por todas partes, nada verdaderamente
más digno de recomendación que las obras de estos
siervos del Padre celestial, que se afanan por
esparcir la buena simiente y trabajan para
introducirla, primero, y sostenerla con hábil
cuidado en el alma de los niños y de los
adolescentes.
Para tan laudable fin el sacerdote Juan Bosco,
((**It10.934**)) de
ilustre fama, instituyó la
(**Es10.866**))
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