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acudían a aquellas piadosas reuniones. En 1846
comenzaron las escuelas nocturnas y dominicales
para los mayorcitos. Más de setecientos muchachos
pobres y abandonados fueron internados en una casa
aneja al Oratorio, actualmente Centro de caridad.
A partir de 1847, creció de tal modo el número
de muchachos que, con el consentimiento de la
Autoridad Episcopal fue menester abrir un segundo
Oratorio en otra parte de la Ciudad, dedicado a
san Luis Gonzaga. Sucesivamente, el año 1849 se
abrió el tercero en otro barrio, dedicado al santo
Angel de la Guarda con el mismo fin de los
anteriores.
El Ordinario aprobó por propia iniciativa el
Reglamento de estos Oratorios y constituyó
Director jefe al reverendo don Bosco,
concediéndole todas las facultades, que podían ser
necesarias u oportunas para aquel fin.
Con estos auspicios y bendiciones hubo otros
Obispos que adoptaron el mismo plan de reglamento
y se industriaron para introducir en sus diócesis
Oratorios festivos de este tipo.
((**It10.918**)) Más
aún, en 1863 se abrió en Mirabello el Seminario
Menor de San Carlos, y la casa donde en 1870 se
educaban casi doscientos muchachos. Pertenece a la
Sociedad, lo mismo que la de Turín, y actualmente
ha sido trasladada a la villa de San Martino, en
la diócesis de Casale.
En 1864 se estableció en Lanzo, población de la
Archidiócesis de Turín, el Colegio-internado de
San Felipe Neri, para muchachos que no podían ser
admitidos en otros colegios.
Sucesivamente se han abierto en breve tiempo
otras casas más. En 1870 el Colegio de la Virgen
de los Angeles en Alassio, ciudad de la diócesis
de Albenga. En 1871, un Colegio-internado en
Varazze, diócesis de Savona, y el Hospicio de San
Vicente Paúl en la ciudad de San Pier d'Arena,
junto a Génova, para niños desamparados.
Finalmente, en el poblado de Cogoleto, diócesis de
Savona, se ha abierto una nueva casa, donde se
atiende al sagrado ministerio y a unas escuelas
públicas.
Por todo eso, y para conservar la unidad de
disciplina en casas tan grandes y numerosas, desde
1844, se reunieron algunos eclesiásticos para
constituir una especie de Sociedad o Congregación,
sin ligarse por el vínculo de los votos, pero sí
prometiendo dedicarse a todo lo que redundase a
mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Esta promesa se convirtió en una forma regular
de votos simples en 1858, e influyó mucho el
impulso de autorizados personajes. Puesto que,
precisamente en aquella época, el Arzobispo de
Turín aconsejó se proveyera de una manera estable
al porvenir de tantos muchachos como estaban ya
internados o acudían a los Oratorios en los días
festivos. Con este fin entregó una carta de
recomendación a don Bosco con la que pudiese
presentarse al Supremo Pontífice Pío IX, a quien
Dios guarde muchos años. Obtenida benignamente la
audiencia, don Bosco expuso al Padre Santo el
motivo y el fin de su viaje.
Recibió confortadores alientos y prudentes
consejos, que se exponen en un opúsculo impreso
aquí en Roma por la tipografía de propaganda.
Cualquiera que sea la apreciación de estos
coloquios privados, es indudable que el Fundador
trabajó para establecer y reformar las Reglas de
su Instituto. Recibió de buen grado los consejos
de Su Santidad y añadió a las mismas, en tres
distintos capítulos, los tres votos de castidad,
pobreza y obediencia, para fundar de este modo una
Sociedad de votos simples, ya que sin ellos no
habría los oportunos vínculos entre los socios y
entre superiores e inferiores.
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