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que hoy llegan a ochocientos, que
se dedican a las artes o a los os.
El Arzobispo de Turín, entusiasmado
con los frutos de los oratorios, su
espíritu y unidad de disciplina,
aconsejó a Juan Bosco que fuera a
visitar al Papa, ((**It10.891**)) de
quien
recibiría luces y normas, sobre la
Congregación eclesiástica que convenía
fundar para este fin. Así que el año
1858 el mismo sacerdote Juan Bosco, con
carta de recomendación de su Ordinario,
fue a Roma y fue recibido benignamente
por el admirable Pío IX Pontífice
máximo, el cual elogió mucho la obra.
Además señaló con paternal bondad que
una sociedad de este estilo debía
organizarse como una Congregación de
votos simples, de modo que los socios
estuvieran de hecho unidos ante la
Iglesia por el vínculo de la religión,
al tiempo que gozaran con plena libertad
de los derechos civiles ante la sociedad
civil.
Así puestas y admitidas las cosas, se
escribieron y organizaron las
Constituciones Salesianas y se
practicaron durante seis años. Finalmente,
después de experimentarlas veintidós años,
y obtener las cartas comendaticias,
principalmente de los obispos de la
provincia eclesiástica de Turín, a fines
de 1863 se pidió a la Sagrada Congregación
de Obispos y Regulares, que esta Sociedad
obtuviera el voto, consejo y defensa de
la Santa Iglesia Romana. En efecto, lo
demás poco valdría, si faltaba la
aprobación de la Iglesia.
Más allá de toda esperanza, la Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares aceptó,
con eximia benevolencia, la petición y,
en la audiencia del 1 de julio de 1864,
Su Santidad se dignó alabar y encomendar
grandemente la obra, tal y como había
empezado, al estilo de una Congregación de
votos simples, dejando la aprobación de las
Constituciones para tiempo más oportuno.
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