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Pocos días más tarde el Padre Santo remitía a
la Sagrada Congregación la exposición de monseñor
Gastaldi; monseñor Vitelleschi, después de leer
los dos memoriales, el del Arzobispo y el de don
Bosco, tomó algunos apuntes para la discusión que
de ellos haría la Sagrada Congregación, comenzando
con la observación: <<íqué casualidad! Cinco casos
por una parte y cinco también por la otra>> 1.
Al corriente de estos desacuerdos, o mejor, de
estas arbitrariedades, estaba también el bonísimo
cardenal Berardi, el cual aseguraba a don Bosco a
fines de octubre que había sugerido, a quienes era
razón hacerlo, la manera de acabar con semejantes
desagradables hostilidades.
Muy apreciado don Bosco:
Mi estancia de casi tres meses en Ceccano por
motivos de salud, que, gracias a Dios, he
recobrado bastante, me hizo perder la ocasión de
conocer al Profesor que usted me envió y de
recibir lo que me había remitido. Siento de veras
este percance, pero confío que se presentarán
nuevas coyunturas para poder suplir lo uno y lo
otro.
Si por un lado me alegra inmensamente el saber
que su benemérita Congregación marcha muy bien en
todos los aspectos, me aflige, por otro, enterarme
de que hay quien le hace una guerra sorda. Es más,
confidencialmente y con toda reserva, le comunico
que estoy enterado de que el Prelado de quien me
habla, escribe muy a menudo para atacarle, ora con
un pretexto, ora con otro, y que se queja
principalmente asegurando que usted va sustrayendo
jóvenes de su Seminario y de su jurisdicción con
grave daño para la Archidiócesis. Ya he sugerido a
quien se debía, la manera que, a mi juicio, habría
que emplear para poner término a esas
desagradables hostilidades y hago votos para que
el Señor se digne bendecir el procedimiento que
indico, de suerte que se consiga con él el intento
deseado.
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También yo veo que, humanamente hablando, no hay
nada en el mundo que nos consuele y que todo nos
lleva a pronosticar que tendremos que ir de mal en
peor. Mas, a pesar de ello, alimento la confianza
de que el Todopoderoso, movido por las oraciones
de tantas almas buenas, quiera al fin consolarnos
concediendo un triunfo completo a la Iglesia, a la
Religión y a la Santa Sede.
Le agradezco de corazón las oraciones
especiales, que por su orden hacen por mí, y le
agradeceré mucho que las continúen.
En cuanto vuelva mi hermano a Roma, cumpliré de
buen grado su gentil encargo, y anticipándole
entretanto las debidas gracias en su nombre, deseo
del Dador de todo bien las más escogidas y
abundantes bendiciones del cielo para usted y para
su Congregación.
Con el más distinguido aprecio, tengo el gusto
de profesarme
Roma, a 26 de octubre de 1874.
Su
atento y seguro servidor
Cardenal BERARDI
1 Véase, Apéndice n.° X, 5.
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