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Entonces dije entre mí:
-íQuiero ver en qué consiste este maravilloso e
inaudito fenómeno!
Lo examiné, pues, atentamente en todas sus
partes, a pesar de encontrarse tan alto, y pude
descubrir que, por la parte de arriba, terminaba
en forma de una gruesa bola sobre la cual estaban
grabadas en grandes caracteres estas ((**It10.75**))
palabras: El que todo lo puede. Tenía alrededor
varias filas de balconcillos ocupados por una
inmensa multitud de personas de toda edad y
condición, todas de aspecto glorioso y feliz,
adornadas con vestiduras resplandecientes de
infinita variedad, de diversos colores e
indescriptible belleza que con sus sonrisas y
actitud amistosa parecían invitarnos a tomar parte
de su gozo y triunfo.
Desde el centro de aquel globo celeste partía
una tupida lluvia de haces y dardos de luz tan
viva que hería directamente a los jóvenes en los
ojos, los dejaba sin sentido, vacilaban un momento
y, finalmente, no pudiendo mantenerse en pie, se
veían obligados a tirarse de bruces al suelo. Por
mi parte, no pudiendo resistir tan gran esplendor,
comencé a exclamar:
-íAy, Señor, os ruego detengáis este divino
espectáculo o me hagáis morir porque no puedo
resistir tan extraordinaria belleza!
Dije esto, sentí que me faltaban las fuerzas y
yo también me arrojé al suelo gritando:
-íInvoquemos la misericordia de Dios!
Después de unos instantes, me repuse, me
levanté y di una vuelta por el valle, para ver qué
había sido de nuestros muchachos. Con gran
sorpresa y admiración pude comprobar que todos
estaban postrados y tendidos en el suelo,
inmóviles y en actitud de rezar. Para cerciorarme
de si estaban vivos o muertos, comencé a tocarles
con el pie, a unos y otros, diciéndoles:
-íEa! >>Qué hacéis aquí? >>Estáis vivos o
muertos?
Uno me dijo:
-Invoco la misericordia de Dios.
Y sucesivamente me repetían la misma respuesta
todos los que yacían en el suelo.
Pero, al llegar a cierto punto del valle, vi
con gran dolor a algunos que estaban en pie,
derechos, en actitud de rebeldía, con la cabeza
erguida y vuelta hacia el globo, como si quisieran
desafiar la majestad de Dios, y con el rostro
negro como el carbón. Me acerqué a ellos, les
llamé por sus nombres, pero no daban señal alguna
de vida. Estaban fríos como el hielo y como
fulminados por los rayos y los dardos que emitía
el globo ante su obstinación de no quererse
doblegar e invocar con sus compañeros la
misericordia divina. Lo que más me desagradó fue,
como dije, comprobar que aquellos desgraciados
eran muchos.
Mas he aquí que entretando vi aparecer, en el
fondo del valle, un monstruo de extraordinaria
corpulencia e indecible deformidad. Era más feo y
deforme que todos los monstruos de la tierra que
yo haya podido ver. Se acercaba hacia nosotros a
grandes pasos. Entonces hice que se pusieran de
pie todos los muchachos, los cuales, ante la
horrible aparición, se sintieron también llenos de
pavor. Yo, preocupado y anhelante, me puse a
buscar por allí cerca para ver si había algún
superior, que me ayudase a acompañar a los
muchachos al montículo más próximo y ponerlos a
salvo de las zarpas de aquella bestia feroz, si
por acaso intentaba asaltarlos; pero no encontré a
nadie.
Entretando, el monstruo se acercaba cada vez
más, y ya estaba a poca ((**It10.76**))
distancia de nosotros, cuando el globo, que hasta
entonces había permanecido inmóvil(**Es10.78**))
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