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ir; pero me parece muy justo que sea yo mismo
quien examine esta vocación y dé mi juicio sobre
ella.
Creo que también es conveniente comunicar a
Vuestra Santidad una copia fiel de la carta que me
escribió don Bosco el día 10 de septiembre pasado.
Para comprender su contenido, sepa Vuestra
Santidad que este sacerdote repartió entre los
párrocos de mi diócesis una invitación impresa
invitando a los maestros municipales para unos
ejercicios espirituales, que él mismo predicaría
en su casa de Lanzo. Esta invitación fue enviada a
mis párrocos sin que se me dijera palabra de ello
y sin enviarme ni una copia. Y es de notar que la
mayoría de los maestros municipales son sacerdotes
que dependen de mí, esto es, diocesanos míos y
para nada de don Bosco. Informado de esto,
encargué que mi secretario le escribiera una
cartita, en la que le advertía que antes de hacer
semejante invitación hubiera debido pedirme
licencia, que empero yo le concedía gustoso en el
acto; sólo le pedía que me notificase el nombre de
los predicadores de los Ejercicios; mas que, para
otra ocasión, me diera cuenta de ello por
anticipado.
Pues hay que observar que contemporáneamente yo
hacía dar tres tandas consecutivas de ejercicios
para mis eclesiásticos.
((**It10.854**)) Don
Bosco me escribió dicha carta como respuesta; mi
Vicario General la encontró en diversos puntos
poco respetuosa para un Obispo, y especialmente
para el propio Obispo. Pero dejo el juicio a
Vuestra Santidad, a cuya obediencia y autoridad
someto todo lo que me pertenece, he dicho y hecho.
Besándole humildemente los sagrados pies e
invocando para mí y mi vasta Diócesis y
especialmente para mi clero su bendición, me
declaro con el más profundo respeto,
De Vuestra Santidad
Su
humildísimo hijo
>> LORENZO, Arzobispo de Turín
A la carta de don Bosco del día 10 de
septiembre, adjunta a esta exposición, había
añadido tres observaciones:
1) que la publicación de la invitación, enviada
a los párrocos, sin enviar una copia al Arzobispo,
hecha por La Unidad Católica, no se había
efectuado sin saberlo don Bosco;
2) que las predicaciones y ejercicios que se
mencionan en la carta se referían solamente a los
miembros de la Congregación y a los jóvenes
educados en sus casas, y no a personas ajenas
públicamente invitadas;
3) por consiguiente la carta era irreverente.
El Vicario General, monseñor Zappata, que había
dicho que la carta <>, no dejó de amonestar a don Bosco por
escrito; y éste le contestó claramente,
acompañándole dos ejemplares impresos de las
Constituciones aprobadas:
(**Es10.777**))
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