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en cuyo seno se encuentra ese cuerpo. San Carlos,
después de haber puesto en manos de los Jesuitas
su Seminario de los Clérigos de Arona, no tardó en
sentir que le arrebataban los mejores clérigos
para llevarlos a la Compañía; y entonces los
apartó de la dirección de su Instituto. Con ello
no mostró en absoluto ser menos amigo de los
Jesuitas; antes, al contrario, siguió
protegiéndolos y teniéndolos en gran estima.Otro
tanto me sucede a mí con respecto a la
Congregación de San Francisco de Sales, fundada y
gobernada por don Juan Bosco. Esta había
comenzado, sin que se tuviese en absoluto
intención alguna, a entorpecer, y mucho, la
formación de mi clero joven, y podría seguir
estorbándola, si Vuestra Beatitud no pronunciase
una palabra decisiva, como yo le ruego viva,
humilde y encarecidamente.
El muy Rvdo. don Bosco ha hecho una obra
santísima dando nuevos rumbos a la educación
cristiana de los jóvenes. Dios le ha bendecido por
ello ampliamente; y Vuestra Santidad merecidamente
le ha favorecido. Su obra era al principio sólo
diocesana, y entonces no hubo, no podía haberlo,
choque alguno con el Arzobispo de Turín, el cual,
al contrario, la consideraba como un Seminario
suyo, tanto más útil cuanto que el Seminario de
Turín estuvo cerrado de 1848 a 1863.
Pero esta obra tomó un incremento superior a
toda expectación y se extendió a otras Diócesis.
Entonces pensó don Bosco en darle la forma de una
Congregación regular, la cual, en lo que concierne
al destino de los miembros, dependiera sólo del
Rector y fuera independiente de la Autoridad
Episcopal; me pidió mi parecer, se lo di
favorable, y escribí después varias cartas en
favor de esta Congregación, que fueron examinadas
por la Sagrada Congregación de Obispos y ((**It10.849**))
Regulares. Pero nunca he cesado de recomendar que
en ella debía hacerse un Noviciado, durante el
cual no se emplease a los aspirantes en el oficio
de maestros y asistentes de los jóvenes, sino que
se ejercitaran sólo en la piedad, la mortificación
y en los estudios de ascética, como se hace en los
noviciados de todas las congregaciones religiosas.
De lo contrario, decía yo: 1.° faltará en los
miembros la constancia necesaria para la solidez
de la Congregación; 2.° muchos jóvenes ingresarán
en ella a la ligera, es más, halagados por un
método de vida poco contrario al amor propio; pero
después no perseverarán; y entretanto saldrán del
Seminario diocesano, con gran trastorno para el
clero joven de la Diócesis.
Además yo pensaba y esperaba que los jóvenes,
que pidiesen entrar en la nueva Congregación,
saldrían todos de entre los que don Bosco recoge
en sus casas y los instruye y educa para la
Religión y las letras, lo cual no habría
perturbado el orden del seminario diocesano y la
disciplina a observar en la formación del clero.
Pero don Bosco no quiso nunca instituir un
noviciado semejante a lo que está establecido para
las demás Congregaciones; y aún hoy todos sus
novicios hacen de maestros de escuela, de
pasantes, o asistentes, en cuyo servicio tienen
que trabajar, es verdad, pero no tienen ocasión de
combatir el amor propio; antes, al contrario, la
tienen de halagar el prurito juvenil de la
autoridad y no de ejercitarse suficientemente en
el estudio de temas ascéticos y teológicos.
Además, él tiene abiertas las puertas de sus
casas para recibir en ellas a cualquiera de mis
seminaristas que quiera entrar, aun sin
conocimiento alguno mío, y contra mi beneplácito,
o para recibir a los seminaristas que yo, después
de muchas pruebas, he juzgado no aptos para el
Ministerio Sacerdotal. Lo cual no contribuye en
absoluto al decoro de la Autoridad Eclesiástica.
Le rogué que desistiera de este proceder. Le envié
un Canónigo de la Catedral Metropolitana para
exponerle la inconveniencia de tal plan; hice que
se lo advirtiera el Obispo de Vigévano; se lo
advertí últimamente también por medio del profesor
Menghini, de la Sagrada Congregación
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