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este encargo a ninguno de los Sacerdotes de esta
diócesis que no sea miembro de esa Congregación.
Con todo el respeto, se profesa de V. S. muy
Rvda.
Su seguro servidor
Teólogo CHIUSO, Secr.
Y don Bosco contestaba con plena deferencia al
Superior Eclesiástico:
Lanzo, 27
de septiembre de 1874
Muy apreciado Teól. Chiuso:
He recibido la carta en la que me comunicas la
desaprobación de S. E. Rvma., el señor Arzobispo,
del ruego que yo he hecho a un párroco para que
impusiera la sotana a uno de nuestros alumnos. He
aquí el caso:
Hay una caritativa persona que estaba dispuesta
a costear la sotana a este alumno, pero deseaba
ver cómo se la imponían. A tal fin, y en nombre
del párroco, vino el padre con el hijo a pedir se
hiciese en su pueblo la imposición, en vez de
hacerla en el Oratorio. Condescendí apoyándome en
cuanto me había sido otorgado en el documento de
marzo de 1852, en el que se me concedían todas las
facultades necesarias y oportunas para esta
institución del Oratorio.
En su día pregunté al Vicario General Ravina,
de feliz memoria, y al Provicario canónigo
Fissore, hoy Arzobispo de Vercelli, si con aquel
otorgamiento podría también imponer la sotana. Los
dos me contestaron afirmativamente a condición de
que estos clérigos, si quisieren inscribirse en el
Albo Clericorum (Registro de clérigos) de la
Diócesis, tenían que someterse a los oportunos
exámenes prescritos para los que piden vestir la
sotana y ser admitidos en el clero diocesano.
Con esta explicación, hace ya veintidós años
que he impuesto y hecho imponer la sotana a los
jóvenes.
Así el sacerdote Félix Reviglio recibió la
sotana de manos del canónigo Ortalda, el sacerdote
José Rocchietti, párroco de San Gil, la recibió
del Vicario Foráneo de Castelnuovo de Asti y
muchos otros, los cuales rindieron el examen
reglamentario antes de ser admitidos en el
seminario.
Advierte que el mencionado documento no dice
delegamos, sino concedemos. Sin embargo, aunque
estoy convencido de no haber sobrepasado en el
hecho referido la concesión que se me hizo, a
partir de hoy me abstendré en absoluto, ya que así
le agrada al Superior Eclesiástico.
Te ruego comuniques estos mis pensamientos a S.
E. Rvma., como respuesta a la carta que me
escribiste en su nombre, mientras con el máximo
aprecio me profeso de corazón
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It10.846**)) Estas
declaraciones no sirvieron de nada: quiso el
Arzobispo que le repitieran de forma más detallada
que no tenía ya facultad
(**Es10.770**))
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