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en la circular, y así me entero de ello. Hago
advertir a dicho Rector que estoy satisfecho y
doy con gusto plena licencia para los ejercicios,
pero que, para otra vez, me avise antes y me diga
los nombres de los predicadores. Y él, a los pocos
días, me escribe, por medio de otro, que los
ejercicios anunciados ya no se harán. >>Por qué
dejar de hacer una obra buena como consecuencia de
aquella advertencia? >>No era mi estricto deber
amonestarle? >>Podría hacerlo yo con más caridad?
>>Acaso la autoridad que tengo no es un depósito
que debo conservar íntegro? Entre tanto, >>cómo
consiguió avisar a los profesores y maestros que
ya no se daban los ejercicios? ((**It10.840**)) Tiene
que haber escrito otra circular; si V. S. tiene
una copia, ruégole me la mande; es más, le suplico
me envíe todo lo impreso concerniente a esos
dichosos ejercicios.
El mismo Rector, al darme la noticia de que ya
no se darían éstos, también debería haberme
advertido que se iban a dar dos tandas, pero sólo
para los suyos y no para otros, y no haberme
escrito una larga carta repleta de palabras
irreverentes: tanto que me fue difícil comprender
cómo un eclesiástico, que se prepara para predicar
ejercicios espirituales a sus hijos, comenzara
faltando al respeto que debe a su Arzobispo.
V. S., como Vicario Foráneo, podría hablarle en
mi nombre y advertirle que ésta no es la manera de
atraer para sí y para su Congregación las
bendiciones de Dios. Lea las terribles maldiciones
que el Obispo consagrante en el acto de la
consagración invoca de lo alto sobre quien se
atreve a faltar al respeto del Obispo consagrado.
He conocido una familia religiosa que ofendió a
monseñor Fransoni. Desde aquél día aquella familia
se agostó y se dispersó.
Yo deseo a dicho Eclesiástico todo bien y que
prospere, pero es mi deber el exigir que, mientras
promueve el bien por un lado, no estorbe por el
otro mi administración. En esta materia es el
Arzobispo el juez inmediato y no ese Eclesiástico;
si él se considera ofendido, recurra al Papa, pero
no juzgue por su cuenta.
De V. S. Ilma. y muy Rvda.
Afmo. en Jesucristo
>> LORENZO, Arzobispo
Por aquellos días don Bosco estaba todavía en
Lanzo con los ejercicios, que se celebraron del 14
al 19 y del 21 al 26 de septiembre. El teólogo
Albert, que predicaba con él las dos tandas,
enviaba al Arzobispo estas claras y llanas
declaraciones:
Excelencia Rvma..:
Lanzo, 22
de septiembre de 1874
La presente es para notificar a V. E. que el
Rvdo. don Bosco me pidió que tomara también parte
en la segunda tanda de sus ejercicios, predicando
de nuevo con él, y con el mismo plan que me había
señalado para la primera.
No creí fuera intención de V. E. Rvma. que yo
rechazase esta segunda invitación, ya que, debo
decir la verdad, el antedicho Rector mostró gran
deseo de que yo me interesara por volver a ponerlo
en armonía con V. E. y desea darle la satisfacción
que puede ser de su mayor agrado.
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