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a Roma para exponerme, en nombre de tantos
católicos y sabios personajes, las razones de
política y sabia prudencia, que deben persuadir al
Papa a abandonar su Sede. Las he ponderado mucho,
he rezado, las he sometido a la consideración de
algunos Cardenales de mi particular confianza. Su
parecer ha sido que me decidiera a marchar. He
meditado todavía sobre este parecer y, en verdad,
no he visto nada en contra. Admito las razones;
encuentro justísima la proposición. Pero una sola
razón me impide condescender. >>Queréis saber cuál
es? Os la digo con toda franqueza. Ante Dios, no
me siento inspirado para abandonar Roma, como me
sentí inspirado en noviembre de 1848. Esta sola
razón hace que me quede.
>>-Ahí tiene, Monseñor, repliqué, la razón
divina, que nadie podía conocer más que el Santo
Padre. Contra toda humana regla de prudencia y de
política, Dios quiere al Papa en Roma, como a
Daniel en la fosa de los leones. Más tarde, si
salimos de ésta, veremos que los caminos del Señor
no son los mismos de los hombres.
>>-Así es, terminó exclamando monseñor
Mermillod; íel Papa es guiado por Dios!>>.
Habiendo llegado nosotros hasta este vigésimo
quinto año del prodigioso pontificado de León
XIII, sucesor de Pío IX, hemos visto y estamos
viendo cosas extraordinarias, que acreditan el
dicho del ilustre cardenal Mermillod, ya difunto:
<<íEl Papa es guiado por Dios!>>.
El centinela de Israel quedó montando la
guardia de la fortaleza de Dios. Y don Bosco
siguió hasta el fin de su vida anhelando y
propugnando la conciliación de Italia con la
Iglesia; así escribía a un sacerdote de su tiempo:
<<-Somos los dos de la misma quinta, nacimos
cuando Europa volvía a gozar de la paz después de
muchos años de guerra.... >>Podemos esperar que el
fin de nuestra vida mortal marque la paz del mundo
y el triunfo de la Iglesia? Si así fuera,
podríamos entonar el Nunc dimittis. Pero cúmplase
la voluntad de Dios en todo. El triunfo de la
Iglesia es seguro; si no podemos asistir a él aquí
abajo, asistiremos, así lo espero, desde el
Paraíso>>.
Y desde el Paraíso lo vio todo realizado con
los Pactos Lateranenses, que devolvían <> íprecisamente un mes
antes que Pío XI proclamara los milagros
propuestos para elevarlo al honor de los altares!
Y el Papa, al poner de relieve la <((**It10.69**))
coincidencia>>, lo calificaba de <>, y declaraba que había
aprendido <>, lo
mucho que <> y <(**Es10.72**))
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