((**Es10.658**)
Don Bosco le ayudó a levantarse e insistía para
que volviera atrás. Pero el Arzobispo le
contestó:
-Siga su camino, ((**It10.724**)) yo voy
por el mío.
Y no le hizo caso. Don Bosco, llorando,
seguíale a cierta distancia y no se cansaba de
suplicarle que se apartara de aquel camino. Y he
aquí que el Arzobispo cayó por segunda y tercera
vez, enlodándose cada vez más. Se levantó a duras
penas.
Cayó por cuarta vez y ya no pudo levantarse.
Sus preciosas vestiduras estaban cubiertas de
barro de tal modo que no se veía por todo su
cuerpo más que una espesa capa de fango. Se
agitaba en vano para levantarse. Tuvo que
sucumbir.
Tuvo este sueño apenas empezaron las
disensiones con Su Excelencia y lo contó
confidencialmente a algunos hermanos, entre ellos
al reverendo Bonora, en 1884, es decir un año
después de la muerte de Monseñor 1.
7. Las ultimas observaciones
El 13 de mayo cumplía Pío IX ochenta y un años
y don Bosco presentaba al venerado Pontífice,
junto con un álbum, donde los hermanos y alumnos
de todas las casas habían escrito su nombre, y una
pequeña limosna de cien liras, una devotísima
carta implorando, con el máximo respeto, la
aprobación definitiva de las Constituciones con
la mayor abundancia de favores ((**It10.725**))
espirituales que considerase útil conceder. Este
es el documento tal y como lo transcribió don
Joaquín Berto, de un borrador:
1 En los volúmenes de galeradas de Lemoyne se
lee dos veces este sueño: la primera, exactamente
tal y como lo hemos expuesto; la segunda,
entrecomillada, es la siguiente y quizás es la
narración del padre Bonora:
<>no ve que no hay ni una alma por las calles?
Escúcheme, vuelva a su casa.
>>-No le toca a usted venir a aconsejarme; yo
voy a mis asuntos y usted vaya a los suyos,
contestó bruscamente el Arzobispo, apartándome.
>>Mientras tanto dio unos pasos, resbaló y cayó
en el lodazal con grave daño de sus ornamentos que
quedaron sucios y feos. Volví a advertirle otras
cinco veces que mirase por su dignidad, que
volviera atrás, que... Todo inútil; no valieron
ruegos, ni súplicas. El, entretanto, seguía
siempre obstinado su camino, cayó por segunda y
tercera, cuarta y quinta vez; cuando por fin se
levantó la última, estaba incognoscible... su
cuerpo formaba una sola cosa con el barro que le
envolvía por todas partes, se cayó de nuevo y ya
no se levantó>>.
Hemos traído aquí este sueño para que se
comprenda mejor que las continuas molestias que
monseñor Gastaldi ocasionó a don Bosco, procedían
de su manera de actuar, habitualmente autoritaria.
(**Es10.658**))
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