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de los cuales, como si tuviese que presentarme
ante el tribunal de Dios, manifiesto mi
pensamiento sobre este asunto.
Me manda decir que no admitirá ya a ninguno de
nuestros clérigos a las sagradas ordenaciones, si
no salen de nuestras casas el clérigo Borelli, que
hace dos semanas que no está con nosotros, y el
clérigo Rocca. Pide además, promesa formal de no
recibir en ninguna casa de nuestra Congregación a
quien haya pertenecido al clero de Turín.
Como no me da ninguna razón, creo poder hacer
algunas consideraciones.
Si estos clérigos han sido expulsados del
Seminario, >>qué importa que vayan a refugiarse en
una casa donde reflexionar sobre su suerte, a
prepararse para un examen, o aprender un oficio,
con que poder ganarse de alguna manera un trozo de
pan? >>Acaso porque han perdido su vocación,
tendrán estos clérigos que vagar a la ventura o
entregarse a un triste porvenir?
Parece mejor ayudarlos a colocarse en algún
sitio, donde puedan trabajar y remediar su
situación. Así lo han hecho y siguen haciéndolo
todavía los Obispos, con los que estamos en
relación. Podrá, tal vez, decirse que pidan
permiso, y así queda resuelta toda dificultad. Se
puede responder que la obligación de pedir permiso
es un grave peso para ellos y para la Congregación
o casa a la que van a pedir amparo; es una
condición que, no habiendo sido puesta en la
aceptación del seminarista, el superior no está
autorizado a añadirla. Tanto más cuanto que este
permiso fue pedido ya varias veces y hasta ahora
no fue concedido. V. E. en estos casos debe más
bien considerar que, si a estos clérigos,
expulsados del seminario, se les dice que por
orden del Arzobispo no pueden ser recibidos en
ninguna casa, o, recibidos, tienen que ser
expulsados, V. E. me parece que se crea tantos
adversarios cuantos son los amigos o parientes de
ellos.
Tanto más cuanto que algunos de ellos habrían
hecho ya algún curso de estudios o comenzado a
aprender un oficio.
Esta declaración, que no creo estar obligado a
hacer, levantaría una pared divisoria entre la
Congregación Salesiana y el ((**It10.719**)) clero
de esta diócesis, a cuyo bien está especialmente
consagrada y trabaja desde hace ya más de treinta
años.
Por otra parte, si, tocante a esta materia,
hubiese alguna prescripción de la Iglesia que yo
ignoro, me sometería enseguida y totalmente.
Y con respecto a que todos los clérigos se
presenten para la ordenación, observo que V. E.
debe rehusarla, si encuentra en ellos
dificultades; pero si son dignos de ella, >>querrá
V. E., tal vez por represalia, o por motivos
completamente ajenos a los mismos, rechazarlos,
privando así a la Congregación, a la Iglesia y a
su misma diócesis
de sacerdotes, de los que hay tanta escasez?
Me parece que esta Congregación, que
desinteresadamente, sin percibir emolumento
alguno, trabaja en favor de esta diócesis y
desde 1848 hasta ahora ha proporcionado al
menos dos tercios del clero diocesano, merece
algún miramiento. Tanto más cuanto que, si un
clérigo o un eclesiástico viene al Oratorio, no
hace más que cambiar de residencia y seguiría
trabajando en la diócesis y para la diócesis de
Turín.
De hecho, las tres veces que V. E. juzgó no
admitir a algunos de nuestros clérigos a la
ordenación, no hizo más que disminuir el número de
los Sacerdotes que trabajan en esta diócesis.
Así las cosas, yo quisiera que V. E. estuviese
completamente convencido de que los dos, V. E. y
yo, tenemos quien está a nuestro alrededor y
arteramente querría arrancarnos algo para
divulgarlo y decir: el Arzobispo ha roto también
con el pobre
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