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-Hay un lugar donde los jóvenes se educan para
una finalidad m uy distinta a la de ayudar a la
diócesis.
Todos comprendieron adónde iba la alusión, y
don Ascanio Savio, profesor de moral, presentó la
lista de los sacerdotes que se hallaban en la
Residencia y le hizo observar cómo sólo cuatro de
ellos no habían sido educados en el Oratorio de
don Bosco.
Y el Arzobispo replicó:
-íUsted siempre tiene noticias nuevas!
-íY su Excelencia también!, contestó sonriendo
don Ascanio.
En el mismo mes, y para impedir que se llegara
a la aprobación definitiva de nuestras
Constituciones, cuyas gestiones se había enterado
seguían su curso, volvió a escribir al cardenal
Bizzarri, Prefecto de la Sagrada Congregación,
toda una sarta de lamentos y pretensiones.
Turín-Seminario, 20 de abril de 1873
Eminencia Rvma.:
Pienso que es un gravísimo deber mío exponer a
Vuestra Eminencia Rvma. y por su medio a la
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, la
situación de la Congregación de San Francisco de
Sales, instituida por el muy Rvdo. don Juan
Bautista Bosco, mi diocesano. Respecto a ella me
urgiría mucho saber de Vuestra Eminencia si debe
considerarse como ya aprobada por la Santa Sede y
por ende admitida ya a gozar de los derechos y
privilegios de los Regulares: o más bien ha de ser
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considerada como una Congregación que sólo goza de
la benevolencia de la Santa Sede, y si los
privilegios, que ya le fueron concedidos, deben
tenerse en concepto de algo provisional ad
experimentum, y nunca extenderse en general a los
privilegios de los Regulares.
Esta Congregación se formó con el
consentimiento del Arzobispo de Turín, monseñor
Luis Fransoni; siguió con el consentimiento de su
Sucesor, monseñor Alejandro Riccardi y tiene el
mío; más aún, deseo de todo corazón que prospere y
dure para la instrucción y educación cristiana de
la juventud; pero sus Reglas hasta ahora no fueron
aprobadas por mí, a quien no se pidió tal
aprobación, ni por alguno de mis predecesores.
Antes, al contrario, yo no me atrevería a aprobar
estas reglas tal como se encuentran al presente y
tal como fueron impresas este mismo año por la
Tipografía de dicha Congregación. Puesto que
faltan las Reglas necesarias para un buen
Noviciado, sin el cual nunca habrá por regla
ordinaria buenos religiosos, y, en consecuencia,
la Congregación nunca ofrecerá motivos para
esperar de ella solidez y prosperidad para el
porvenir.
En cuanto a este punto del Noviciado, a mi
juicio, don Bosco anda equivocado. Me parece a mí
que los sujetos, que tienen intención de emitir
después los votos en la Congregación, deben
ejercitarse expresamente durante dos años en la
humildad y abnegación y en alcanzar la total
indiferencia de sí mismos, que es lo sustancial de
un Religioso, y deben dedicarse a ejercicios de
ascética especial, como se hace en las órdenes
religiosas y especialmente en la Compañía de
Jesús. Por el contrario, a don
(**Es10.647**))
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