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íNunca lo hubiera dicho! Tiró al suelo el
Arzobispo la lista de los ordenandos, que tenía en
la mano, y soltó una sarta de invectivas durante
más de una hora.
Cuando acabó, recogió don Juan Caligero, sin
decir palabra, los papeles, hizo una inclinación y
se retiró apenado. Desde aquel día se vio en la
necesidad de tener con el Prelado un porte
diplomático, que desagradaba a monseñor Gastaldi,
el cual en realidad le apreciaba mucho.
También don Bosco lo vio exagerado en otras
circunstancias. Un día entró en su despacho,
mientras estaba escribiendo, y le oyó exclamar:
-íOh, don Bosco! Aquí me tiene usted con un
asunto muy serio entre manos.
-Yo creo que todo lo que hace el Arzobispo
siempre es cosa seria.
-Pero se trata de un caso excepcional. Tengo
que firmar un documento que se refiere a un
canónigo.
->>Para promoverlo?
-íNada de promoverlo! íEs la suspensión a
Divinis!
-Le ruego que pondere atentamente el caso...
-Es un asunto grave y los informes recibidos
son exactos.
->>Se podría saber quién es ese canónigo?
-N. N.
->>De Chieri?
-Precisamente de Chieri.
-Excelencia, piense que este canónigo es famoso
por su conducta integérrima. Todo Chieri le conoce
y le quiere. íSería un escándalo! íSufriría
menoscabo la estimación de la autoridad
eclesiástica!
-Y, sin embargo, es preciso hacerlo así,
exclamó resueltamente el Arzobispo.
Y así lo hizo. Eran cuestiones sobre una
capilla. El canónigo era algo testarudo, y cuando
le llegó la suspensión, que no esperaba, se salió
de sus casillas ((**It10.709**)) y
acudió a don Bosco, rogándole le quisiera admitir
en una de sus casas para sustraerlo de la
confusión, en que se encontraba; y don Bosco lo
envió a Alassio, con disgusto del Arzobispo.
(**Es10.644**))
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