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pasa a mí; si no le hubiese hecho Obispo, ahora
habría un embrollo menos.
((**It10.707**)) -Nunca
supe hasta ahora que fuera contrario a las
corporaciones religiosas.
-Es verdad que hay algún defecto; arréglese lo
que necesita arreglo, pero que no se destruya.
Y añadió Monseñor:
-Habría que corregirle.
-Ya se ha hecho; el Padre Santo le ha
corregido. El suspendía a diestro y siniestro, por
verdaderas naderías, y ahora sigue haciendo lo
mismo en Turín. Mire, nos obliga a llevar a la
revisión eclesiástica aritméticas, almanaques,
etc.; los tiene allí parados y nos vemos obligados
a suspender los trabajos.
-íOh, esto me extraña! Ya observé en el
Concilio que el día de la sesión vestía una sotana
algo más larga que de costumbre y esto me dio que
pensar. Hay el peligro de que esta clase de
individuos pasen al Jansenismo. íCuánto lo siento!
Recuerdo todavía cuando usted me hacía observar
los Obispos que proponía, y decía: -íEste es el
más santo de todos los Obispos que he
propuesto!... y era monseñor Galletti. íPero éste
es el más docto de todos!... y se trataba de
monseñor Gastaldi. íPobre don Bosco! íCuánto lo
siento!
Efectivamente, el camino que debía recorrer el
Santo era todavía largo y escarpado, cubierto de
guijarros y espinas.
El 22 de marzo salió de Roma y el 30 entraba en
el Oratorio. Don Juan Cagliero le contó esta
anécdota:
Durante su ausencia, había ido a hablar con el
Arzobispo para combinar algunas ordenaciones y,
después de un rato de conversación familiar, le
dijo al Arzobispo:
-A propósito, el rector, reverendo Soldati, me
ha dicho que uno de vuestros sacerdotes fue al
Seminario, hablando en voz alta, faltando así al
respeto que se debe a los superiores, con
escándalo de los seminaristas.
-Perdone, Excelencia, exclamó don Juan
Cagliero; no sé qué pasó; el enviado fue el padre
Bologna, que tiene una voz fuerte, y también en el
Oratorio habla fuerte. Nació en la montaña y no ha
perdido la costumbre de vocear.
-De todos modos avisádselo, pues no es cosa
decorosa.
((**It10.708**))-Excele
ncia, esté tranquilo. Se lo avisaré. Sin embargo,
no comprendo que el reverendo Soldati, que fue
compañero mío de clase, tenga que molestar a
Monseñor con cosas tan baladíes. Hubiera podido
decírmelo a mí; y habríamos remediado todo
inconveniente.
(**Es10.643**))
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