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8. Una visita inolvidable
En medio de tantas pruebas, don Bosco se
resolvía a dar forma regular al Instituto. A
mediados de junio fue a Mornese con don Juan
Cagliero. La tristeza reinaba en todos los
corazones. Sobre la puerta principal del colegio
leíase esta inscripción: <<íEntra, oh Padre, en
((**It10.634**)) esta
casa; tus Hijas te esperan como al sol después de
una terrible tempestad!>>.
Leyó el Santo el saludo, se conmovió y,
afligido, bajó los ojos y dijo en voz baja a lo
que estaban a su lado:
->>Es posible que todavía quede tanta hermosura
en esta casa?
Pero el recibimiento que le hicieron no podía
ser más devoto y cordial.
Se adelantó, primero, una hermana, y leyó un
filial saludo, en nombre de las hermanas y de las
novicias:
<>íQué dicha tan grande la nuestra tener con
nosotras al Sumo Dios y a nuestra querida Madre
María Santísima, que harán lo que no podemos
nosotras; corramos a sus pies, hermanas,
supliquémosles que se dignen aceptar nuestras
oraciones y derramar sobre tan buen Padre todos
los bienes, de que él es tan digno!
>>Sí, pidamos al buen Jesús y a la
Bienaventurada Virgen María que derramen a manos
llenas las más excelsas gracias sobre su reverenda
persona, que le concedan la más próspera salud y
nos le conserven largos años todavía para dicha de
todas nosotras y de todos sus hijos, cumpliéndole
todos sus deseos. Les pediremos nos ayuden a que
todas nosotras correspondamos a sus amorosos
cuidados y nos concedan un verdadero espíritu
religioso y una profunda humildad para ser dignas
de la gracia que Dios nos hizo, pese a nuestra
indignidad, recibiéndonos en esta santa casa,
donde no tenemos más que seguir los ejemplos que
nos dan nuestros buenos Superiores para caminar
por la senda de la virtud>>.
A continuación una de las postulantes
confirmaba su alegría y la de las compañeras:
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