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7. No hay rosa sin espinas
La solemnidad de la Ascensión revistió un nuevo
carácter festivo. Don Juan Cagliero había
exhortado a la Vicaria que hiciera enseñar también
algo de canto llano y de música, y aquel día la
nueva escuela ejecutó tan delicadamente la Misa de
la Santa Infancia, del mismo Cagliero, que don
Domingo Pestarino quedó profundamente conmovido.
Espontáneamente aludió en el sermón al rápido
incremento del Instituto y elogió a Hijas e
<> por el interés que todas ponían en el
cumplimiento del propio deber y exclamó con acento
conmovido: -íFlores apparuerunt in terra nostra!
(íAparecieron flores en nuestra tierra!) aplicando
el pasaje de la Escritura especialmente a las
Hermanas, diciendo que serían las flores de su
inmortal corona...
Al día siguiente, según su costumbre, bajó muy
de mañana a la ((**It10.631**))
parroquia para confesar y distribuir la comunión.
Regresó al Colegio, celebró la misa de la
comunidad, leyó él mismo, como solía hacer en las
solemnidades, la breve meditación del mes de mayo
de don Bosco, que trababa de la muerte, y se
mostró muy impresionado al leer estas palabras:
<<...Puede que la muerte me sorprenda en el
lecho, en el trabajo, en el camino o en un lugar
cualquiera. Una enfermedad, unas fiebres, un
accidente, son cosas que quitaron la vida a muchos
y pueden igualmente quitármela a mí. Esto puede
suceder dentro de un año, dentro de un mes, de una
semana, de un día, de una hora y, tal vez, apenas
acabada la lectura de esta meditación...>>.
Al llegar a este punto, se detuvo y rompió a
llorar.
Se calmó, dio la bendición con la imagen de la
Virgen y empezó sus ocupaciones ordinarias. A eso
de las once, mientras estaba hablando con el
salesiano coadjutor Scavini y con Vigna, que se
dedicaban a preparar los muebles necesarios en el
colegio, de repente, víctima de apoplejía
cerebral, cayó en sus brazos y, pese a todos los
cuidados que le aplicaron su hermano médico y el
médico del pueblo, hacia las tres de la tarde
volaba al cielo. Tenía cincuenta y siete años...
íQué consternación y qué dolor para todo el
Instituto! El digno ministro del Señor, sacamos
literalmente estos rasgos biográficos del
necrologio, que don Bosco publicó al pie del
catálogo de la Pía Sociedad de 1875, había nacido
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