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toda suerte de celestes bendiciones del Señor,
mientras, con el mayor aprecio, me cabe el honor
de profesarme,
De V. M. Rvda. S.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Por aquellas vacaciones creyeron las Hermanas
de Santa Ana que habían cumplido su misión y
dejaron el Colegio, llevándose consigo el
reconocimiento de las religiosas y de don Bosco.
Este las estimaba tanto que, ya unos años antes,
se las había presentado a monseñor J. M. Barbero,
Vicario Apostólico de Hyderabad en la India, que
andaba en busca de unas religiosas para aquellas
tierras de misión. Y Monseñor, gran amigo suyo, se
lo agradecía cordialmente en agosto de 1871, con
una carta que recibió el Santo en Lanzo, durante
los ejercicios espirituales, y le colmó de gozo.
<> 1.
El Santo siguió apreciándolas mucho y
favoreciéndolas con nuevas vocaciones.
Contaba sor María Petra Saccaggi, natural de
Casalmonferrato, que siendo ella una niña de doce
años, algo despabilada y amiga de la broma, se
encontró en casa de la condesa Callori, en
Vignale, con don Bosco. Se la presentaron para que
le diese una bendición, que le obtuviera del Señor
la gracia de una buena formación. El Santo la miró
y, elevando los ojos al cielo, le puso una mano
sobre la cabeza, mientras decía:
-íAh, a ésta la haremos... Hermana de Santa
Ana!
La muchacha no había pensado nunca en hacerse
religiosa, pero después ingresó en aquel
Instituto.
Después de la partida de las dos buenas
religiosas, sor María Mazzarello volvía a suplicar
que se eligiera una superiora; pero don Bosco
quiso que siguiera ella haciendo lo que había
hecho ((**It10.627**)) hasta
entonces. Mas, para no dejarla sola, envió a
Mornese a una señora de Turín, la viuda María
Blengini, crecida bajo la dirección espiritual del
Beato Cafasso, para que también ella observara
cómo
1 Véase, Apéndice, n.° IV.
(**Es10.572**))
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