((**Es10.57**)
Entonces el ruiseñor con una voz muy débil,
dirigiéndome la palabra, lanzó tres veces este
grito:
-Somos diez... Somos diez...
Me desperté sobresaltado y, naturalmente, con
la mente fija en el sueño y reflexionando sobre
aquellas misteriosas palabras, pero no me fue
posible deducir el sentido.
A la noche siguiente he aquí que continuó el
mismo sueño.
Me pareció estar en el mismo patio, rodeado
como la noche anterior de casas, plantas y
matorrales, y he aquí que vi al terrible gavilán
que, con feroz mirada y ojos sanguinolentos,
volaba sobre mí. Maldije la crueldad que había
empleado con el pajarillo y levanté la mano en son
de amenaza; huyó entonces despavorido y, al
hacerlo, dejó caer a mis pies un papel en el que
había diez nombres escritos. Lo recogí con
ansiedad, lo devoré con la vista y leí en él los
nombres de diez jóvenes aquí presentes.
Me desperté, y sin gran esfuerzo comprendí
inmediatamente el secreto, a saber: que aquéllos
eran los que no habían querido saber nada de
ejercicios y que no habían ajustado las cuentas de
sus conciencias y que, en lugar de darse al Señor
por mediación de don Bosco, habían preferido
entregarse al demonio.
Me arrodillé, di gracias a María Auxiliadora
que se había dignado darme a conocer de manera tan
singular los nombres de los hijos que habían
desertado de las filas y le prometí, al mismo
tiempo, no cejar, mientras me fuese posible, en mi
intento de volver al redil a las ovejas
descarriadas.
Esta es la relación de don Joaquín Berto,
retocada por don Juan Bautista Lemoyne.
Don Joaquín Berto la repetía en el Proceso
Informativo ((**It10.51**)) para la
Causa de Beatificación y Canonización del
amadísimo Padre, y terminaba con estas palabras:
<>.
5. A la vuelta de las vacaciones...-Amenaza de
muerte imprevista.
Sucedió y lo contó a principios del curso
1872-1873. Así lo narra don Evasio Rabagliati,
clérigo a la sazón en el Oratorio.
Me pareció ver lo que todos los años sucede en
esta estación.
Estaban las vacaciones para terminar y los
alumnos llegaban en grupos al Oratorio. Sucedió
por casualidad que, como saliese de casa para
algunos asuntos míos, me encontré con uno que
regresaba de vacaciones. Le observé un momento y,
al ver que no me saludaba, le llamé por su nombre,
y cuando estuvo junto a mí, le dije:
-íHola, amigo! >>Qué tal has pasado las
vacaciones?
-Bien, me respondió.
-Dime; >>has cumplido los propósitos que al
marchar me dijiste que cumplirías?(**Es10.57**))
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