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Tenía ya en su alma el espíritu salesiano.
>>Habrá animado también él a María a dedicarse al
mismo apostolado en favor de las niñas?
En 1862 se encontró en el tren con don Bosco y
tuvo con él un íntimo coloquio, desde Acqui a
Alessandria. El buen sacerdote de Mornese le habló
de la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada y
del bien que iba haciendo; don Bosco le dijo a las
claras que también él tenía en la mente desde
hacía tiempo el inicio de un instituto religioso,
que desarrollara con la juventud femenina el mismo
programa que los Salesianos comenzaron a
desarrollar con los muchachos, pues había recibido
a este propósito apremiantes instancias de
Prelados y Obispos.
Y nada más, íaunque hubiera podido decir muchas
otras cosas! De todos modos, la conversación no
podía haber sido más interesante. Terminó el Santo
invitando a don Domingo Pestarino a que visitara
el Oratorio de Valdocco.
Ciertamente que don Bosco habría podido decir
más cosas, pues el Señor ya le había indicado
claramente y repetidas veces, en sueños o
visiones, lo que quería de él, y cómo, y cuándo...
Nosotros pensamos que desde la primera escena, que
se le repitió varias veces, y en la que vio
inacabables rebaños de corderos y ovejas a su
alrededor, ya se le indicó que, a la par de los
niños, también se confiaban a su caridad las
niñas. Por su humildad el Santo anduvo siempre con
mucha cautela a la hora de prestar fe a los
sueños, y más todavía para hablar de ellos, pues
nunca salió de sus labios ni de su corazón nada
que pudiera redundar en su alabanza. Pero en
algunas de sus narraciones resaltan ciertos
detalles, los cuales nos hacen creer que también
se le indicó que su misión debía extenderse a los
niños y a las niñas. Es verdad que, cuando fue
mochil en la granja de los Moglia, se ocupaba
asiduamente del pequeño Jorge y de los muchachos
de Moncucco, pero nunca quiso ((**It10.586**)) saber
nada de las muchachas. También es verdad que,
junto con esta altísima norma de conducta, sentía
tan hondamente el ardor de la caridad, que jamás
se habría permitido sustraerse a una obra, que
Dios le hubiese señalado necesaria para la
salvación de otras almas. Tanto es así que en
1862, en uno de sus sueños, había declarado a la
marquesa de Barolo: >>Nuestro Señor vino al mundo
para redimir solamente a los muchachos o también a
las muchachas...? Pues bien, yo debo procurar que
su sangre no se haya derramado inútilmente, lo
mismo para los muchachos que para las muchachas.
Y el año siguiente decía a Carolina Provera,
que quería hacerse
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